Qué gran golpe nos habría propinado Tomboy si desconociéramos el argumento de la cinta antes de entrar en la sala. Con la boca abierta nos habría dejado esa escena en la que el hasta el momento protagonista de la cinta, un niño de 10 años, se levanta de la bañera y nos desvela que en realidad tiene vagina. Tan valiente como esa imagen de una menor desnuda, irreproducible en otra cinematografía que no sea la francesa, hubiera sido mantener el secreto hasta ese instante . La experiencia habría sido inmejorable. Pero el marketing manda y había que vender la película de alguna manera. Difícil resistirse a la tentación de titular con el reclamo de una niña que se hace pasar por chico . Es probable que de otra forma sólo unos pocos aventurados se hubiesen atrevido a verla, así que bienvenida la estrategia de venta si con ella se consiguen más espectadores para una cinta modesta, silenciosa, pero que seguro es la más gratificante de una cartelera de puente de mayo tan desalentadora. Má...
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