Puede que jamás lleguemos a entender a James Franco . Si su patética presentación en la gala de los Oscars de hace dos años fue un boicot intencionado o la constatación de un escaso carisma. Si tiene cara de colocado o es que realmente se pone de hierba hasta las cejas. Si es gay, hetero, bisexual o todo lo que haga falta para jugar a la ambigüedad. En definitiva, si nos toma el pelo desde un particular e incomprendido sentido del humor. Lástima que el mejor acercamiento al actor, guionista y director, esta Interior. Leather Bar que se proyectó de tapadillo en la sección Seven chances del Festival de Sitges, esté condenada de antemano a la marginalidad y al olvido . Porque más que una provocadora propuesta de sexo homosexual y explícito, es una lúcida y sugerente reflexión sobre el mundo del cine. Para el presentador de esta sección alternativa del certamen fantástico, la cinta de Franco no debería considerarse realmente como una película sino más bien como un extra de DVD, un...
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