Hay planos detalle en The quiet girl que definen a la perfección sus intenciones. Los cigarrillos que se van acumulando en el cenicero del coche durante un trayecto trascendental y que denotan la falta de comunicación entre un padre y su hija. Una galleta encima de la mesa, primer acercamiento, gesto indirecto de cariño, entre otro hombre y esa niña tímida y callada que da título a la película. Una pastilla de jabón acariciando su delicada piel, los cien cepillados de pelo. Mil y un detalles que permiten identificarnos con el sufrimiento interior pero también con la felicidad contenida de una protagonista encerrada en una casa que jamás será un hogar. Madres, padres, progenitores, que criarán a sus hijos como al ganado mientras en el otro extremo coexisten personas dispuestas a donar todo el cariño posible. Realidades opuestas que identifica este filme intimista a través de los ojos de una niña que silenciosamente asume su dolorosa existencia. Y todo narrado desde la más ab...
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