La idea no es nueva. Esa premisa de que todos estamos interconectados de alguna manera ya la explotó J.J. Abrams de forma fallida en Seis grados o Mimi Leder en Cadena de favores, película que guarda muchas similitudes con el último estreno de la cadena Fox. Es un argumento manido, aburrido si quieren, sobre todo para los que sospechamos que el único que marca su destino es uno mismo. Pero si la incredulidad no impide gozar de la ciencia ficción, los prejuicios iniciales tampoco evitan que Touch se convierta desde el primer minuto en toda una experiencia audiovisual.
Pocos pilotos pierden minutos de la carta de presentación para mostrar su cabecera. Sin embargo, los responsables de esta serie preestrenada la semana pasada en Estados Unidos decidieron sabiamente incluirla. Su impresionante belleza formal recuerda por momentos al inabarcable derroche de imágenes del documental Baraka. Una espiral de diminutos elementos en movimiento acelerado que ejemplifica perfectamente el espíritu ambicioso y global de esta producción.
Porque la cabeza pensante que hay detrás del invento es todo un experto en grandes hazañas. Pocos retos se le resisten a Tim Kring, quizá el único consista en lograr una continuidad a la altura de sus espectaculares premisas. Consiguió dejarnos con la boca abierta dándole un giro al género de superhéroes para luego bajarnos el listón de manera estrepitosa con las siguientes temporadas de Héroes. Ahora corremos el mismo peligro con Touch. Una vez hemos picado el anzuelo, veremos si es capaz de sacarnos con éxito del entuerto.
Tras la combinación de Perdidos, los números vuelven a cobrar vital importancia en una serie de televisión. En esta ocasión, es un niño de once años autista el que sufre una auténtica obsesión con las cifras. En este primer episodio son el 3 y el 18 los que nos traen de cabeza durante todo el metraje, hasta que se van descubriendo las coincidencias de manera sorprendente, casi mágica. Mientras un móvil va viajando a lo largo de medio mundo conectando a los diferentes personajes de esta historia se nos va descubriendo la importancia del 3/18. La incógnita consiste ahora en saber si los protagonistas de esta primera toma de contacto evolucionarán en siguientes episodios o, si por el contrario, estamos ante un nuevo procedimental.
De cumplirse la segunda opción, no conviene alarmarse. Kring ha construido una base sólida sobre la que desarrollar una trama seriada. La relación de un padre viudo con un hijo al que nunca ha podido oír ni tocar promete grandes momentos de erizamiento epidérmico. En algún momento el niño pronunciará sus primeras palabras. Es probable que también descubramos cómo murió la madre en el atentado del 11S y qué relación guardaba con el enigmático personaje que interpreta Titus Welliver (más conocido como humo negro de Perdidos).
Mención aparte merece Kiefer Sutherland, esa especie de Bruce Willlis del siglo XXI, que regresa a la pequeña pantalla tan sólo un año después de dar por finiquitada la serie que lo alzó al estrellato, 24. Como ocurriera con el ex de Demi Moore, el actor demuestra que es capaz de superar el rol de tipo duro. Con Touch nos presenta a un padre desesperado capaz de cualquier cosa por recuperar a su hijo. La unión con el pequeño y los vínculos numéricos entre seres anónimos de todo el planeta suponen, de momento, la dosis perfecta para la adicción. Esperemos a marzo, cuando la serie se emita con regularidad, para comprobar si alcanzamos el mono.
Pocos pilotos pierden minutos de la carta de presentación para mostrar su cabecera. Sin embargo, los responsables de esta serie preestrenada la semana pasada en Estados Unidos decidieron sabiamente incluirla. Su impresionante belleza formal recuerda por momentos al inabarcable derroche de imágenes del documental Baraka. Una espiral de diminutos elementos en movimiento acelerado que ejemplifica perfectamente el espíritu ambicioso y global de esta producción.
Porque la cabeza pensante que hay detrás del invento es todo un experto en grandes hazañas. Pocos retos se le resisten a Tim Kring, quizá el único consista en lograr una continuidad a la altura de sus espectaculares premisas. Consiguió dejarnos con la boca abierta dándole un giro al género de superhéroes para luego bajarnos el listón de manera estrepitosa con las siguientes temporadas de Héroes. Ahora corremos el mismo peligro con Touch. Una vez hemos picado el anzuelo, veremos si es capaz de sacarnos con éxito del entuerto.
Tras la combinación de Perdidos, los números vuelven a cobrar vital importancia en una serie de televisión. En esta ocasión, es un niño de once años autista el que sufre una auténtica obsesión con las cifras. En este primer episodio son el 3 y el 18 los que nos traen de cabeza durante todo el metraje, hasta que se van descubriendo las coincidencias de manera sorprendente, casi mágica. Mientras un móvil va viajando a lo largo de medio mundo conectando a los diferentes personajes de esta historia se nos va descubriendo la importancia del 3/18. La incógnita consiste ahora en saber si los protagonistas de esta primera toma de contacto evolucionarán en siguientes episodios o, si por el contrario, estamos ante un nuevo procedimental.
De cumplirse la segunda opción, no conviene alarmarse. Kring ha construido una base sólida sobre la que desarrollar una trama seriada. La relación de un padre viudo con un hijo al que nunca ha podido oír ni tocar promete grandes momentos de erizamiento epidérmico. En algún momento el niño pronunciará sus primeras palabras. Es probable que también descubramos cómo murió la madre en el atentado del 11S y qué relación guardaba con el enigmático personaje que interpreta Titus Welliver (más conocido como humo negro de Perdidos).
Mención aparte merece Kiefer Sutherland, esa especie de Bruce Willlis del siglo XXI, que regresa a la pequeña pantalla tan sólo un año después de dar por finiquitada la serie que lo alzó al estrellato, 24. Como ocurriera con el ex de Demi Moore, el actor demuestra que es capaz de superar el rol de tipo duro. Con Touch nos presenta a un padre desesperado capaz de cualquier cosa por recuperar a su hijo. La unión con el pequeño y los vínculos numéricos entre seres anónimos de todo el planeta suponen, de momento, la dosis perfecta para la adicción. Esperemos a marzo, cuando la serie se emita con regularidad, para comprobar si alcanzamos el mono.
Comentarios