Después de este viaje a los confines del universo, ¿qué le queda por explorar a Christopher Nolan? El director ha entrado en una espiral de ambición y desmesura que le costará mucho abandonar, sobre todo porque su legión de seguidores también se ha dejado arrastrar por un rumbo hacia el quién da más muy difícil de superar. Cada nuevo proyecto multiplica las expectativas y puede que con Interstellar haya sucedido lo inevitable: la lluvia de decepciones.
Tras el brillante cierre de la trilogía del caballero oscuro, Nolan ha querido elevar su sentido del espectáculo hasta lo más alto, hasta el infinito, brindándonos todos los elementos necesarios para una historia apabullante, inabarcable, la historia total. Apocalipsis, ciencia ficción, romance, filosofía, drama. 170 minutos abrumadores, algunos deslumbrantes, pero que sobre todo en su tramo final nos hacen desear que el inglés toque por una vez de pies a tierra.
Su delirio por la física en general y por las singularidades espaciotemporales en particular quedó exótico y resultón en la sobrevalorada Origen. Algunos todavía siguen devanándose los sesos para entender su final. Pero esta vez su farragosa mente ha ido demasiado lejos, aglutinando en el desenlace conceptos tan complejos y situaciones tan disparatadas que a uno se le quitan las ganas de romperse la cabeza para comprender algo que simplemente parece inexplicable.
Tras un prólogo innecesariamente largo pero muy atractivo en el que asistimos a la debacle de una Tierra asaltada por tormentas de polvo y a la presentación del hogar del piloto Cooper, Interstellar despega hacia un apasionante cosmos de agujeros de gusano, planetas inexplorados y todo lo que hace del espacio ese lugar misterioso y tan fascinante para los terrícolas. Abducidos por la belleza de las imágenes, entendemos por qué el universo es uno de los temas científicos más consumidos por la audiencia. La atracción por lo desconocido se hace palpable en una cinta que aprovecha al máximo su enorme despliegue de medios.
Hasta ese momento, Nolan intercala de forma notable las aventuras galácticas de Cooper con sus dramas terrenales, junto a un esfuerzo de divulgación de los conceptos más complejos que hacen de la película una experiencia de lo más disfrutable. Lástima que el tráiler desvelara más de la cuenta sobre los planetas inexplorados, porque esa ola gigante o ese paisaje helado resultarían mucho más impactantes si pillaran al espectador desprevenido. En cualquier caso, las diferentes percepciones del paso del tiempo y los videomensajes del astronauta con su familia consiguen la dosis de emoción necesaria para sostener la película.
Pero de repente Interstellar decide introducirse de lleno en un agujero negro de reacciones inverosímiles (las de una determinada estrella invitada), de situaciones indescriptibles e insufribles, incluso cómicas (el fantasma de la librería), que desembocan en un final sonrojante. ¿Tres horas de metraje, de elenco de infarto y de poderío visual para terminar en zona de confort y con sensación de déjà vu (¿de nuevo los edificios colgantes?)? Cabe advertirle al señor Nolan que con tanto aturdimiento corre el riesgo de aburrir. Para próximos viajes quizá le convenga explorar paisajes menos grandilocuentes, más cercanos. ¿Qué tal un viaje al espacio interior?
Tras el brillante cierre de la trilogía del caballero oscuro, Nolan ha querido elevar su sentido del espectáculo hasta lo más alto, hasta el infinito, brindándonos todos los elementos necesarios para una historia apabullante, inabarcable, la historia total. Apocalipsis, ciencia ficción, romance, filosofía, drama. 170 minutos abrumadores, algunos deslumbrantes, pero que sobre todo en su tramo final nos hacen desear que el inglés toque por una vez de pies a tierra.
Su delirio por la física en general y por las singularidades espaciotemporales en particular quedó exótico y resultón en la sobrevalorada Origen. Algunos todavía siguen devanándose los sesos para entender su final. Pero esta vez su farragosa mente ha ido demasiado lejos, aglutinando en el desenlace conceptos tan complejos y situaciones tan disparatadas que a uno se le quitan las ganas de romperse la cabeza para comprender algo que simplemente parece inexplicable.
Tras un prólogo innecesariamente largo pero muy atractivo en el que asistimos a la debacle de una Tierra asaltada por tormentas de polvo y a la presentación del hogar del piloto Cooper, Interstellar despega hacia un apasionante cosmos de agujeros de gusano, planetas inexplorados y todo lo que hace del espacio ese lugar misterioso y tan fascinante para los terrícolas. Abducidos por la belleza de las imágenes, entendemos por qué el universo es uno de los temas científicos más consumidos por la audiencia. La atracción por lo desconocido se hace palpable en una cinta que aprovecha al máximo su enorme despliegue de medios.
Hasta ese momento, Nolan intercala de forma notable las aventuras galácticas de Cooper con sus dramas terrenales, junto a un esfuerzo de divulgación de los conceptos más complejos que hacen de la película una experiencia de lo más disfrutable. Lástima que el tráiler desvelara más de la cuenta sobre los planetas inexplorados, porque esa ola gigante o ese paisaje helado resultarían mucho más impactantes si pillaran al espectador desprevenido. En cualquier caso, las diferentes percepciones del paso del tiempo y los videomensajes del astronauta con su familia consiguen la dosis de emoción necesaria para sostener la película.
Pero de repente Interstellar decide introducirse de lleno en un agujero negro de reacciones inverosímiles (las de una determinada estrella invitada), de situaciones indescriptibles e insufribles, incluso cómicas (el fantasma de la librería), que desembocan en un final sonrojante. ¿Tres horas de metraje, de elenco de infarto y de poderío visual para terminar en zona de confort y con sensación de déjà vu (¿de nuevo los edificios colgantes?)? Cabe advertirle al señor Nolan que con tanto aturdimiento corre el riesgo de aburrir. Para próximos viajes quizá le convenga explorar paisajes menos grandilocuentes, más cercanos. ¿Qué tal un viaje al espacio interior?
Comentarios
Si lo que pretendía el director era hablar del amor paterno filial, podía haber hecho una peli sobre eso.