Hay dos maneras de pasear por los despachos de la residencia presidencial estadounidense, bien persiguiendo a los ajetreados personajes con el modo walk and talk de Aaron Sorkin o bien con la quietud y la sibilina elegancia de los planos de David Fincher. El ala oeste de la Casa Blanca frente a House of cards . Dos aproximaciones antagónicas al epicentro de la política internacional que enfrentan la vocación de servicio y el patriotismo con el cinismo y la ambición de poder. ¿Utopía contra realismo? Todo depende del grado de escepticismo del espectador hacia la clase política. En cualquier caso, la producción de Netflix ha logrado consolidarse en tan sólo dos temporadas como una de las series más desagradables y desalentadoras de la televisión, de las pocas capaces de generar una atmósfera de opresión e impotencia asfixiante, invencible. Un pequeño reducto de la ficción en el que no hay lugar para la esperanza , en el que la maldad más calculadora campa a sus anchas llevándose p...
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