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El papel (cinematográfico) de la monarquía

Estos días que la familia real española protagoniza los capítulos más vergonzosos de nuestra historia reciente, gusta comprobar que la monarquía sirvió en algún momento para algo más que para vivir del cuento. Al menos las extravagancias del rey Christian VII de Dinamarca han permitido construir este grandioso drama en torno a su figura. El romance entre nuestro príncipe Felipe y Letizia, sin embargo, tan sólo ha servido de material para un telefilme más cercano a la chirigota que al cine de época. Un síntoma más de que la monarquía está en sus horas más bajas.

A pesar de ello, las andanzas de este rey loco no son el eje central de Un asunto real, la película con la que Dinamarca tuvo a mal competir en los Oscar de Amour, perdiendo así cualquier oportunidad de victoria. Como toda buena cinta de época, el filme se centra en una historia de amor, la que protagonizan una reina de conveniencia recién llegada de Inglaterra y el médico personal del monarca, un alemán progresista que cuenta con el rechazo de toda la corte menos del rey.

La película podría haber ahondado en aquellos tímidos pasos que dio el país hacia la Ilustración a finales del siglo XVIII, auspiciados por el poder en la sombra que ejercía el médico desde su puesto en el consejo real. Años en los que quiso introducirse la libertad de pensamiento y terminar con la censura pero que fueron interrumpidos por el orden establecido, controlado por la religión y el conservadurismo de la clase pudiente. Los paralelismos con la época actual son evidentes, pero en Un asunto real la política es un mero contexto para el romance.

Lo que realmente atrapa de la película no es ya la relación prohibida entre la reina y el médico sino ese trío que establecen con el rey chalado y que parece pender de un hilo durante todo el metraje. El mérito de esa tensión que se avecina desde el primer momento recae en el personaje de Mikkel Boe Følsgaard, que debuta por todo lo alto dando vida al inestable e infantil monarca. Sus arrebatos, salidas de tono y niñerías varias son en realidad las que otorgan más carga dramática a la trama.

Porque mientras el rey se divierte tomando medidas absurdas y correteando por los pasillos de palacio pegando gritos, su esposa sufre en silencio. No sólo se ha visto obligada a casarse por conveniencia sino que el matrimonio se convierte enseguida en lo más cercano al infierno, hasta que al borde de la depresión conoce al médico con ideas progresistas e inquietudes artísticas (médico al que por cierto encarna el que será el nuevo Hannibal Lecter en la pequeña pantalla, el danés Mads Mikkelsen).  

Un asunto real, por lo tanto, es la verdadera historia de otra mujer atrapada en su tiempo, como la que nos brindó en su día La duquesa, en la que Keira Knightley se enfrentaba a las ataduras del matrimonio. Cine de época que nos reconcilia a medias con la edad contemporánea, esa en la que la libertad de las mujeres parece plenamente asumida pero en la que todavía subsisten vestigios del pasado que, como la monarquía, ya no sirven ni como argumento de un buen filme.

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