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El mejor trabajo de Tom Cruise

Siempre había querido escribir una de esas frases lapidarias que los críticos paren de vez en cuando y que las distribuidoras utilizan como reclamo para la propaganda de sus filmes. Pero además de para satisfacer mi propio ego, afirmar que la actuación del futuro exmarido de Katie Holmes en Rock of ages es una de las mejores de toda su carrera no supone ninguna exageración. Más cuando se convierte en una de los pocos méritos destacables de la película, porque lo suyo habrá tenido que sufrir Warner Bros Spain para poder extraer de la prensa sentencias amables como “bendecida de una energía imparable” o “los números musicales son ingeniosos y efervescentes”.

Lo único efervescente que contiene Rock of ages son las pastillas contra el vómito que deberán tomar los amantes del rock, fans de Aerosmith, Guns’n Roses o Deff Lepard que dudo mucho se acerquen al cine para comprobar semejante sacrilegio sobre sus canciones favoritas. Es cuanto menos paradójico que el filme se burle de la era pop, de grupos como los Backstreet boys o New kids on the block, cuando las versiones que ofrece de grandes hits del rock se mancillan con el único propósito de extenderlas al gran público.

No conviene olvidar que Rock of ages se inspira en un musical de Broadway, género que por mucho que algunos hayan querido reinventar siempre se caracterizará por su alto grado de ñoñez y cursilería. Y precisamente esos son los rasgos de sus dos protagonistas, una joven pareja con ganas de triunfar en el rock pero que parece provenir directamente del instituto McKinley de Glee. La serie de Ryan Murphy también recibe sus dardos en esta película, pero finamente ambas tienen más en común de lo que quisieran, como esos dos emblemas llamados Don’t stop believin’ y Can’t fight this feeling.

Lástima que Adam Shankman, experto ya en trasladar musicales a la gran pantalla, no haya sabido imprimirle a Rock of ages el mismo ingenio y sentido del humor que a Hairspray. Si aquella cinta contaba con grandes números musicales, una protagonista carismática y una correcta puesta en escena, en esta nueva propuesta, a priori más transgresora y desenfadada, nos encontramos con un guión absolutamente plano, escasas escenas para el recuerdo (en su mayoría encarnadas por Cruise) y dos jóvenes actores que parecen sacados de Disney Channel (ella, sin ir más lejos, es un maquiavélico cruce entre Miley Cirus y Christina Aguilera).

A pesar de todo, las dos horas de metraje discurren con más agilidad de la esperada, probablemente por la presencia de estrellas de Hollywood que deben haberse embolsado mucha pasta para unirse al proyecto. Alec Baldwin, Paul Giamatti y Bryan Cranston superan el trance con nota, Catherine Zeta-Jones está soberbia en su papel de mojigata, pero el que realmente deja con la boca abierta es Tom Cruise. A estas alturas poco más esperábamos de él que su limitado registro en películas de acción y sin embargo ha optado por desmelenarse y arriesgar, como hiciera en su día en Magnolia. Si por algo merece la pena pagar una entrada por este sinsentido llamado Rock of ages es por ver al cienciólogo más famoso del planeta convertido en vieja gloria de la música. Por poco más.

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