
Las críticas en su mayoría han sido feroces, tanto en lo que al libro como a la película se refiere. Los fenómenos de masas suelen ser carne de cañón de los analistas culturales, bien sea por pura pedantería o por aquello de que la cultura cuanto más popular peor. En todo caso, no parece que los comentarios vertidos por la prensa estos días vayan a afectar lo más mínimo a las ventas, tanto de ejemplares como de entradas. Al menos de momento.
El código da Vinci libro es, a mi juicio y aún a riesgo de nadar a contracorriente, un best-seller apasionante, en el que cada capítulo se devora con más intensidad que el anterior. La mezcla equilibrada entre suspense y datos más o menos históricos, pero que se presentan reveladores y fascinantes, es probablemente el motivo de su éxito. No importa si la novela es fiel o no a la historia. El lector no es tonto y sabe que no se encuentra delante de una historia novelada sino ante una obra de ficción con una teoría argumentada de forma brillante.
Es lógico que los historiadores pongan el grito en el cielo (en su momento, los biólogos también harían lo mismo cuando vieron con qué facilidad recuperaba Michael Crichton a los dinosaurios en la también adaptada Parque Jurásico). Sin embargo, no entienden que más que un atentado contra sus disciplinas, estos éxitos comerciales de ficción siembran dudas y generan más interés por ellas.
El problema viene cuando, más que suscitar el interés del espectador, lo único que se consigue es una mayúscula risotada. El código da Vinci filme le hace un flaco favor a la novela en la que se inspira. No porque le sea infiel (más bien al contrario, se trata de una reproducción meticulosamente idéntica de su argumento) sino porque durante la mudanza del papel al fotograma se pierde por el camino la credibilidad.

Los personajes tampoco aportan demasiado a la credibilidad de la película, pero no es precisamente Tom Hanks el principal culpable. Audrey Tautou no se cree en ningún momento lo que interpreta, su rostro atónito y pasmado a duras penas cambia a lo largo del filme y demuestra ser incapaz de actuar más allá de Amélie. Ian McKellen es el único de todo el repertorio que confiere a El código da Vinci una mínima seriedad (casi paródico es el papel al que han destinado al albino Silas).
En definitiva, Ron Howard encarna la imposibilidad de trasladar un libro de estas características a la gran pantalla. La tarea era complicada, pero se podría haber resuelto de otras formas que no siguieran necesariamente la estructura narrativa de la novela. Por ejemplo, los constantes flashbacks históricos se podrían haber planteado como una buena introducción de la película. Ponerle rostro y cuerpo a Maria Magdalena y Jesús o recrear esas batallas entre la Iglesia y los paganos en la antigua Roma hubieran resultado de lo más útil para dotar a la trama de cierta verosimilitud y para captar el interés, tanto de los neófitos del fenómeno da Vinci como de los lectores, defensores o detractores de la novela. Sin embargo, tal y como está planteada lo único que se consigue es que la Iglesia parezca ridícula en su campaña contra la película. Pueden estar tranquilos. El código da Vinci filme tiene menos credibilidad que los cimientos de la religión católica que pretende tambalear.
Comentarios
yo no me he leído el libro, pero a juzgar de lo que vi, hasta THE BODY con Antonio Banderas tenía más credibilidad
y encima prescinde de todos los detalles que más me interesaban, como por ejemplo la interpretación de los cuadros...
http://www.ciao.es/Angeles_y_Demonios_Dan_Brown__Opinion_932482
Con la cantidad de libros que hay que merecen ser éxitos de ventas, no entiendo cómo un libro tan vulgar ha llegado tan lejos. Además, está muy pasado de moda criticar a la Iglesia, ahora se llevan otras cosas.
Y la película... entre lo poco cinéfilo que soy, lo poco que me gusta Tom Hanks y lo que admiro yo a Dan Brown... No hace falta ni que me moleste en verla xD
aún no he ido a ver el Código Da Vinci y, voy a ser sincero conmigo mismo, es bastante probable que no vaya. Aún no he visto Azuloscurocasinegro que me interesa mucho más, así que está complicado. Sí que leí el libro y me pareció un libro entretenido, malo, mal escrito, muy tosco pero muy entretenido. La polémica religiosa me parece un elemento de márquetin sabiamente usado por el autor y la Iglesia, con su clásica falta de cintura, ha embestido como un toro con lo cual lo único que ha conseguido es darle publicidad.
Un saludo.
Lo primero es mostrar mi desacuerdo con la visión que se da de la crítica. No es malo que la cultura llegue a un mayor público: lo malo es que la cultura se haga para llegar a un público, esto es, en base a las ventas. Mezclar economía y cultura no da buenos resultados, de ahí los ataques a un libro escrito por un puñado de dólares, de pésima redacción, argumento insostenible y errores clamorosos. Seguro que La Regenta, superventas de su tiempo, no suscitó este debate.
Otra cosa es que El Código Da Vinci enganche, que lo hace. Pero ese enganche se sustenta en cortar un capítulo en el momento álgido, nada que no sepamos. De ahí la necesidad de pasar página (leí el libro en un fin de semana).
Aparcado ese suspense, de nada sirven los datos pretendidamente históricos. Porque una fábula no se convierte en Historia debido a que el señor Brown lo prologue como tal. En ese contexto, cualquier cosa es, por lo tanto, reveladora y sorprendente. De ahí el problema: el lector español (incluso universal) medio tenderá a creerse lo que le dicen, he ahí el auténtico problema de este libro.
Como historiador que soy, pongo el grito en el cielo. No porque pueda ir contra mi disciplina, siempre en constante reinterpretación, sino por el aborregamiento que provoque en la sociedad. De hecho, nadie acude a libros de Historia para saciar la curiosidad que suscita El Código Da Vinci, sino que recurren a libros pseudo-históricos nacidos a la sombra del fenómeno.
Ése es el peligro...
Compartes la crítica de la película? Me ha gusto mucho tu comentario.
Sin más dilación, voy al grano: los Evangelios, como todo en La Biblia, tienen sus fallos. Y gordos (aunque al menos son la parte más fidedigna del libro). No concuerdan entre ellos, para empezar, y son parte de un cuerpo mayor de Evangelios, todos escritos décadas y siglos después de la muerte de su protagonista. Pese a todo, son una de las mejores fuentes para la Judea de ese periodo.
En cuanto al mecanismo para enganchar de un libro u otro, diré que no tiene que ver con la calidad literaria. Más bien depende del planteamiento, no tanto por la sinopsis: que el libro te fuerce a pasar página es más bien una treta que enmascara lo corto, imperfecto e irregular de cada capítulo. El mérito no es de Brown, sino de la Sherezade de Las mil y una noches, personaje que recoge una tradición bastante antigua, por otro lado.
Sobre la película nada te puedo decir, porque no la he visto. Pero si me das un tiempo, me la bajo de Internet y escandalizo a mis neuronas.
Un saludo.