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Hard Lolita

Poco tiene que ver esta Lolita con la de Nabokov. Los tiempos han cambiado y ya nacen resabidas. No son aquellas adolescentes sin conciencia, sino mujeres de cuerpo y mente más listas que el hambre. Los hombres de mente desviada y ávidos de carne fresca ya no son los que abusan de ellas. La tortilla se ha vuelto del revés y ahora son ellas las que tienen la sartén por el mango. Las que hacen y deshacen a su antojo. Las que buscan a sus víctimas, las que las embaucan, las que conocen a la perfección sus puntos débiles. Las lolitas del siglo XXI llegan por Internet y lo hacen con ganas de revancha.
Hard Candy arranca precisamente con la escena de captación de la víctima. Una pantalla de ordenador nos hace testigos de un flirteo virtual. De fondo, los sonidos de un teclado. En apariencia, un fotógrafo de 32 años encandila a una joven de 14 para tener su primera cita presencial en casa de este. Pero lo que comienza siendo una supuesta inconciencia de la joven y el inicio de una relación pedófila acaba derivando en una auténtica pesadilla para el treintañero. Es decir, que la aparente víctima termina siendo la más cruel de los verdugos.
Ya advierto que toda persona, especialmente masculina, y con un mínimo de sensibilidad, sobre todo en ciertas partes, se abstenga de ver esta película. Yo, como hombre, lo pasé fatal. Se podría decir que el contenido del filme es puro terror psicológico. Pero un terror psicológico de lo más gore. Apenas se muestra nada, pero no hace falta. Sólo con los diálogos yo ya me retorcía en la butaca. Y no era el único, lo puedo asegurar.
Esta es la historia de una venganza fríamente calculada, como fría es la dulce Hayley interpretada por una convincente y aterradora Ellen Page. El ojo por ojo, diente por diente llevado al extremo. Toda persona amante y defensora de la pena de muerte como mecanismo de justicia social, por favor, acuda en masa a visionar Hard Candy. Verá saciados plenamente sus deseos. Disfrutará viendo retorcerse de dolor a un pedófilo, los criminales de peor calaña, los que solo merecen una cosa: que les corten los huevos. Esta es la película de George Bush, Schwazzenegger y tantos otros que opinan que el castigo mortal es el mejor de los castigos que una democracia puede imponer a sus peores verdugos para que escarmienten.
Me sorprende que este fuera el filme ganador en el pasado Festival de Sitges. Quiero pensar que es por su fotografía, azulada, fría y arriesgada. O porque sus dos horas de metraje se desarrollan apenas en un único espacio y se basan en un diálogo ágil entre solo dos personajes, sin que por ello el espectador muestre signos de cansancio. O incluso por la interpretación de la joven Page. Pero en lo que al contenido y al mensaje de la película se refiere, propio de la derecha más ultraconservadora, Hard Candy no merece ni de lejos el reconocimiento de un festival de cine europeo.

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