Confusión. Para no defraudar a sus fieles seguidores, Damon Lindelof y Tom Perrotta han emprendido la recta final de su primera colaboración conjunta recurriendo a uno de los elementos que la han convertido en grande: el desconcierto, la descolocación del espectador. The Leftovers regresaba este domingo siguiendo la tradición de abrir temporada con una secuencia extemporánea, supuestamente alejada de la trama principal que acontece en Jarden.
Los propios creadores de la serie han revelado que la misteriosa secuencia de apertura se basa en la secta de los Mileritas, los seguidores del predicador bautista estadounidense que pronosticaba el regreso de Jesús en 1844 a partir de la profecía de Daniel 8:14. Pero aquél esperanzador 22 de octubre pasó y dio paso a la Gran Decepción, y a una ola de violencia por parte de los que se habían despojado de todas sus pertenencias ante la inminente llegada del creador. El paralelismo con los culpables remanentes era evidente, tal y como se encarga de plasmar la escena en la que la devota milerista se abraza a sus compañeros para enlazar con los supervivientes de la masacre con la que cerró la segunda temporada.
Las referencias bíblicas, constantes a lo largo de toda la serie, parece que cobran toda su fuerza en esta tercera temporada, basada en torno a la idea del Apocalipsis. Algunos seguidores, como David Marzal, apuntan al Diluvio Universal basándose en una primera temporada que se centró en la elección de Dios, la llamada Ascensión, una segunda protagonizada por la resurrección del personaje principal y una tercera encaminada hacia el fin de los días.
El caso es que Kevin se ha convertido en la gran esperanza para los devotos que pronostican el Apocalipsis justo siete años después de que desapareciera el 2% de la población mundial. Como en su día hiciera Nora, ahora es él el que intenta acabar con su vida para poner a prueba el milagro que lo mantiene con vida desde que abandonara Mapleton, mientras su antítesis espiritual, Matt, planea utilizar su figura para actualizar la Biblia. Pero los traumas del policía no se terminan ahí. El asesino de perros que despertó sus demonios en la primera temporada regresa (y se va) con ideas conspirativas perrunas, mientras la llegada del juicio final avecina una nueva batalla campal entre religiosos y seguidores de Evie (¿fue derribada por un dron? ¿Dónde está su madre?).
Aunque el que sin duda es el gran shock de este primer capítulo llega en forma de recurso marca de la casa. De nuevo, como ocurriera en su día con Lost, un flashforward entre palomas y praderas australianas nos sitúa en un futuro bastante lejano en el que una envejecida Nora, ahora respondiendo al nombre bíblico de Sarah, dice no reconocer a un tal Kevin. ¿Es realmente un flashforward o se tratará otra vez, Lindelof no lo quiera, de una realidad alternativa? ¿Significa este avance que el Apocalipsis no tendrá lugar? ¿Existe una conexión entre las palomas mensajeras que crían los Mileritas y las que criará en un futuro Noa? Señoras y señores, desde Perdidos que una serie no daba lugar a tantas especulaciones. Esperemos que, esta vez sí, la experiencia sea plenamente gratificante.
Los propios creadores de la serie han revelado que la misteriosa secuencia de apertura se basa en la secta de los Mileritas, los seguidores del predicador bautista estadounidense que pronosticaba el regreso de Jesús en 1844 a partir de la profecía de Daniel 8:14. Pero aquél esperanzador 22 de octubre pasó y dio paso a la Gran Decepción, y a una ola de violencia por parte de los que se habían despojado de todas sus pertenencias ante la inminente llegada del creador. El paralelismo con los culpables remanentes era evidente, tal y como se encarga de plasmar la escena en la que la devota milerista se abraza a sus compañeros para enlazar con los supervivientes de la masacre con la que cerró la segunda temporada.
Las referencias bíblicas, constantes a lo largo de toda la serie, parece que cobran toda su fuerza en esta tercera temporada, basada en torno a la idea del Apocalipsis. Algunos seguidores, como David Marzal, apuntan al Diluvio Universal basándose en una primera temporada que se centró en la elección de Dios, la llamada Ascensión, una segunda protagonizada por la resurrección del personaje principal y una tercera encaminada hacia el fin de los días.
El caso es que Kevin se ha convertido en la gran esperanza para los devotos que pronostican el Apocalipsis justo siete años después de que desapareciera el 2% de la población mundial. Como en su día hiciera Nora, ahora es él el que intenta acabar con su vida para poner a prueba el milagro que lo mantiene con vida desde que abandonara Mapleton, mientras su antítesis espiritual, Matt, planea utilizar su figura para actualizar la Biblia. Pero los traumas del policía no se terminan ahí. El asesino de perros que despertó sus demonios en la primera temporada regresa (y se va) con ideas conspirativas perrunas, mientras la llegada del juicio final avecina una nueva batalla campal entre religiosos y seguidores de Evie (¿fue derribada por un dron? ¿Dónde está su madre?).
Aunque el que sin duda es el gran shock de este primer capítulo llega en forma de recurso marca de la casa. De nuevo, como ocurriera en su día con Lost, un flashforward entre palomas y praderas australianas nos sitúa en un futuro bastante lejano en el que una envejecida Nora, ahora respondiendo al nombre bíblico de Sarah, dice no reconocer a un tal Kevin. ¿Es realmente un flashforward o se tratará otra vez, Lindelof no lo quiera, de una realidad alternativa? ¿Significa este avance que el Apocalipsis no tendrá lugar? ¿Existe una conexión entre las palomas mensajeras que crían los Mileritas y las que criará en un futuro Noa? Señoras y señores, desde Perdidos que una serie no daba lugar a tantas especulaciones. Esperemos que, esta vez sí, la experiencia sea plenamente gratificante.
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