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HOMELAND | La temporada de las verdades incómodas

[Contiene Spoilers de toda la temporada 6]
Carrie observando de lejos el Capitolio. La misma imagen con la que años atrás un amenazante Brody visionaba su prometedor futuro como político. Ahora la amenaza proviene del propio Estado, que ha perdido el control sobre su servicio de inteligencia y ha decidido cortar por lo sano. Fruto de la paranoia, la presidenta Keane lleva a cabo una purga sobre todos los cargos que pudieron poner en peligro su investidura, incluido el del propio Saul. Y ahora Carrie, y todos nosotros, nos enfrentamos de nuevo a la ambigüedad, a la eterna sospecha sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos en un entorno hostil en el que parece que no hay lugar para respuestas tan sencillas. Como toda buena trama de espías, Homeland regresa al terreno de la confusión, el que mejores ratos nos hizo pasar antaño.

Tras una quinta temporada vibrante pero con decisiones finales un tanto desafortunadas (la resolución descafeinada del atentado en la estación de Berlín o la muerte despiadada de un personaje tan prometedor como el de Allison Carr), a la serie le ha sentado fenomenal el cambio de ubicación. Nueva York ha sido el escenario de otra temporada adrenalínica, plagada de revelaciones, como el rumbo oscuro de Dar Adal o la constatación del verdadero afecto de Quinn hacia Carrie. Su dolorosa muerte ha servido al menos para zanjar los sentimientos que ya intuíamos.

Esta sexta temporada también ha sido la más valiente. En un contexto tan confuso y catastrófico como el que vivimos actualmente, la serie ha decidido mirar de frente y poner encima de la mesa situaciones que en otra época nos parecerían aberrantes pero que cada vez parecen más verosímiles. Las teorías de la conspiración, los complots, siempre han jugado un papel determinante en el thriller pero lo que realmente asusta ya son sus vínculos con la realidad. Homeland ha puesto de manifiesto, prácticamente en posición de denuncia, situaciones que ponen en duda la calidad del supuesto orden democrático occidental.

Todo musulmán es sospechoso hasta que se demuestre lo contrario

El personaje de Sekou ha ejemplificado a la perfección a los nuevos cabezas de turco de las sociedades occidentales. Su creencia musulmana y sus países de origen los sitúan de lleno en el punto de mira, cercenando por completo el que hasta ahora era uno de los pilares esenciales de la democracia, la libertad de expresión. Sobre el joven que denuncia en Youtube la opresión de Estados Unidos pesa desde el principio la sombra de la duda, como sucediera en su día con Brody. Desprovisto de todo derecho, queda a merced de las organizaciones no gubernamentales para demostrar su inocencia. Inocencia que quedará plenamente aniquilada tras el complot para endosarle un supuesto ataque terrorista suicida.

Ataques terroristas con intereses ocultos

¿Sería capaz Estados Unidos de diseñar un ataque terrorista contra su propio pueblo con el objetivo mayor de mantener el status quo o iniciar un conflicto armado cargado de intereses económicos? Homeland no sólo plantea la duda sino que la resuelve afirmativamente. Una CIA en coalición con el Mossad diseña la explosión de una furgoneta en pleno Manhattan para poner en el punto de mira a Sekou y perpetuar el estado de miedo y cólera contra los musulmanes. No es una idea nueva. Sobre el 11-S siguen pesando las teorías conspirativas que enseguida buscaron las incongruencias de aquella fatídica jornada y los intereses económicos derivados de otra guerra en Irak. Véanse Fahrenheit 9/11 o La gran impostura.

Juicio a Israel

Hay una magnífica escena entre Saul y su hermana al principio de la temporada en el que ambos discuten sobre las implicaciones del estado judío en el eterno conflicto árabe-israelí. Con posturas radicalmente opuestas, Saul le plantea a su hermana si aquello le merece la pena, si levantar muros en territorio palestino compensa el vivir como en una prisión de máxima seguridad. Por si la imagen de los territorios ocupados, de la colonización, no fuera suficiente, los guionistas siguen dibujando al servicio secreto israelí como el auténtico artífice de todos los conflictos que permiten mantener a los países árabes como la verdadera amenaza de Occidente.

Las mentiras sobre Irán

¿Recuerdan las armas de destrucción masiva supuestamente desarrolladas por Irak? Durante años fue el hierro ardiendo al que se agarraron Estados Unidos, Inglaterra y la España de Aznar para iniciar la cruzada contra Sadam Husein. Las supuestas pruebas que demostraban la existencia de un programa armamentístico en Irak se demostraron falsas con el tiempo. No el suficiente para evitar una guerra plagada de intereses económicos y políticos. El llamado Eje del Mal, que incluía también a Irán y Corea del Norte, fue la gran obsesión de George W. Bush. Homeland plantea la cuestión mediante las posturas enfrentadas de Dar Adal y Saul. Compinchado con Israel, el primero no duda en manipular las pruebas para romper el tratado de no proliferación nuclear con Irán, mientras que el segundo busca a toda costa mantener un acuerdo que permanentemente pende de un hilo.

La CIA fabrica noticias

Tan sencillo como contar con la connivencia de un periodista poco ortodoxo, que haberlos los hay a patadas. El personaje de Brett O’Keefe encarna a la perfección la tendencia al alza en los medios de comunicación, que no sólo equipara sino que da más valor a la opinión que a los hechos. Basta con un altavoz tan potente como Internet para otorgar la misma credibilidad a un fanático patriota con millones de seguidores que a un periodista tradicional. La verdad ya no se busca sino que se fabrica, bien para ganar audiencia o bien para servir a los intereses de un determinado poder. La entrevista que la presidenta electa Keane otorga a O’Keefe tras la difusión de un vídeo manipulado sobre la muerte de su hijo expone a la perfección cuán de fácil supone hoy en día lanzar mensajes falsos a una población absorbida por las redes sociales.

Estados Unidos sigue haciendo caer gobiernos

Lo dice el propio Saul al final de la temporada. “Pasó en Nicaragua, pasó en el Congo y está volviendo a pasar aquí”. La maquinaria de la que dispone el servicio de inteligencia de Estados Unidos es tan potente que es capaz de poner en práctica toda una enrevesada estrategia para derribar gobiernos hostiles. En este caso, es la propia ideología política de una presidenta elegida democráticamente la que supone una amenaza para la propia CIA, lo cuál demuestra la perversidad del sistema y la opacidad de un órgano policial nacido para proteger a un país de las amenazas externas. La realidad, sin embargo, no parece tan simple. Ahí sigue Donald Trump.

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