¿Puede una canción salvarte la vida? Era el título idealista, cursi y en principio poco comercial con el que el irlandés John Carney pretendía debutar en Estados Unidos tras el éxito de Once. Rebautizada ahora como Begin again, eran quizá los tres atributos que mejor definen a esta cinta musical, un romance de tono soñador y utópico que ahuyentará a los más escépticos pero que en realidad nos reconcilia de nuevo con la magia del cine y de la música.
Dos voces insólitas, la delicadamente aguda de Adam Levine junto a la desconocida y sorprendente de Keira Knightley, se convierten en protagonistas de esta fábula sobre la industria musical y el amor que, por si fuera poco, recurre a la Nueva York más bella como telón de fondo. Imposible resistirse al magnetismo de algunas imágenes y acordes que cohabitarán durante días y sin remedio dentro de nuestra cabeza.
La película arranca en unplugged, desenchufada, sin cuerpo, con una visión romántica de la música independiente y una sarta de tópicos sobre las discográficas que invitan al abandono. Es cuando conocemos a Gretta y a Dav, una bucólica pareja de músicos que verá truncada su felicidad por culpa de un entramado industrial que arrincona el talento y fomenta la fama más destructiva. Es cuando también entra en escena el productor musical en horas bajas Dan, encarnado por un Mark Ruffalo al principio histriónico pero finalmente entrañable.
Porque hay un momento cumbre de su personaje en el que llega la inspiración y Begin again se llena de arreglos. Guitarras, pianos, instrumentos de cuerda y baterías revisten la banda sonora y aportan de paso al metraje el brío que le faltaba. La música se abre paso y trastoca la puesta en escena, proporcionando grandes números musicales como los que tienen lugar en un callejón y una azotea o como ese paseo por Times Square compartiendo la música del ipod con unos auriculares dobles. A los más duros les causará una sonrisa. A los más sensibles, la piel de gallina.
Si algo desprende la cinta es vitalidad y optimismo, gracias sobre todo al entusiasmo y la química entre Knightley y Ruffalo, absolutamente entregados a ese mensaje tan manido, pero cierto, que reivindica la música como el auténtico lenguaje universal. Sí, Begin again es idealista, cursi y seguramente poco comercial, pero demuestra que una canción no sólo puede salvar una película sino llenarla de vida.
Dos voces insólitas, la delicadamente aguda de Adam Levine junto a la desconocida y sorprendente de Keira Knightley, se convierten en protagonistas de esta fábula sobre la industria musical y el amor que, por si fuera poco, recurre a la Nueva York más bella como telón de fondo. Imposible resistirse al magnetismo de algunas imágenes y acordes que cohabitarán durante días y sin remedio dentro de nuestra cabeza.
La película arranca en unplugged, desenchufada, sin cuerpo, con una visión romántica de la música independiente y una sarta de tópicos sobre las discográficas que invitan al abandono. Es cuando conocemos a Gretta y a Dav, una bucólica pareja de músicos que verá truncada su felicidad por culpa de un entramado industrial que arrincona el talento y fomenta la fama más destructiva. Es cuando también entra en escena el productor musical en horas bajas Dan, encarnado por un Mark Ruffalo al principio histriónico pero finalmente entrañable.
Porque hay un momento cumbre de su personaje en el que llega la inspiración y Begin again se llena de arreglos. Guitarras, pianos, instrumentos de cuerda y baterías revisten la banda sonora y aportan de paso al metraje el brío que le faltaba. La música se abre paso y trastoca la puesta en escena, proporcionando grandes números musicales como los que tienen lugar en un callejón y una azotea o como ese paseo por Times Square compartiendo la música del ipod con unos auriculares dobles. A los más duros les causará una sonrisa. A los más sensibles, la piel de gallina.
Si algo desprende la cinta es vitalidad y optimismo, gracias sobre todo al entusiasmo y la química entre Knightley y Ruffalo, absolutamente entregados a ese mensaje tan manido, pero cierto, que reivindica la música como el auténtico lenguaje universal. Sí, Begin again es idealista, cursi y seguramente poco comercial, pero demuestra que una canción no sólo puede salvar una película sino llenarla de vida.
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