Sólo así se entiende que una prometedora comedia de enredo con un plantel nada despreciable de actores secundarios se convierta enseguida en una película insulsa, con unos frenazos de ritmo imperdonables y unas lagunas en el guión que pasaríamos por alto en aras de un humor desternillante. Pero no es el caso. ¿Quién mató a Bambi? es tan condenadamente sosa que los desfases delirantes del director se acogen más como un castigo que como una bendición.
Todo comienza con un enredo. Lo que debía ser el secuestro exprés de un empresario adinerado se convierte en un intercambio inesperado de víctimas. El contratiempo debía dar pie a la locura, al desenfreno, al caos. En cambio, no se aprovecha en absoluto la premisa para sumergirnos en una espiral de comedia con desfase final. El guión sólo nos brinda cuatro gags ingeniosos encajados en una historia que avanza a trompicones.
La trama tarda horrores en alcanzar el clímax (que para colmo también resulta decepcionante) y mientras tanto el espectador, aburrido, va planteándose preguntas. ¿Por qué los secuestradores no se percatan de la confusión cuando amordazan a la víctima? ¿Qué coño pinta Iniesta en mitad de este embolado? ¿Cómo se consigue drogar a todos los invitados de una fiesta con unos pocos gramos? ¿Desde cuando el personaje de Ernesto Alterio es vecino de Bambi? ¿Quién demonios se cargó al guionista?
En principio Santi Amodeo firma el texto y la dirección de la película, pero debe existir un entramado más complejo detrás para que alguien ose ponerle nombre y apellidos a un guión que desaprovecha de tal manera su enorme potencial. El presupuesto parece decente, los efectos especiales bastante dignos, ninguno de los actores desentona. Todos los elementos venían servidos en bandeja. La hecatombe sólo puede explicarse por un oscuro contratiempo en la escritura.
Después de los espectadores, los principales afectados son los intérpretes, cuyo trabajo queda totalmente deslucido entre unos diálogos que ni tienen talento ni chispa. Las apariciones de Ursula Corberó y Clara Lago, presentes en todas las promociones del filme, son meros suspiros. El talento de Julián Villagrán para la comedia apenas se entreve mientras su compañero de reparto, Quim Gutiérrez, demuestra su eficacia para hacer reír en las pocas oportunidades que le brinda el texto. La única que sale bien parada es Carmina Barrios, protagonista de una de las pocas escenas memorables de ¿Quién mató a Bambi?.
Para colmo, si la película tenía una oportunidad de redimirse era en el cierre, con un final que al menos hiciera estallar por los aires el humor contenido hasta el momento. Pero lejos de ello, Amodeo se decanta por un surrealismo de lo más garbancero, con una orgía de mal gusto que convierte a cualquier episodio de La que se avecina en pura sutileza. Quizá en José Luis Moreno se encuentre el gran secreto. Su factoría confecciona por cuatro duros guiones más bien resueltos.
Todo comienza con un enredo. Lo que debía ser el secuestro exprés de un empresario adinerado se convierte en un intercambio inesperado de víctimas. El contratiempo debía dar pie a la locura, al desenfreno, al caos. En cambio, no se aprovecha en absoluto la premisa para sumergirnos en una espiral de comedia con desfase final. El guión sólo nos brinda cuatro gags ingeniosos encajados en una historia que avanza a trompicones.
La trama tarda horrores en alcanzar el clímax (que para colmo también resulta decepcionante) y mientras tanto el espectador, aburrido, va planteándose preguntas. ¿Por qué los secuestradores no se percatan de la confusión cuando amordazan a la víctima? ¿Qué coño pinta Iniesta en mitad de este embolado? ¿Cómo se consigue drogar a todos los invitados de una fiesta con unos pocos gramos? ¿Desde cuando el personaje de Ernesto Alterio es vecino de Bambi? ¿Quién demonios se cargó al guionista?
En principio Santi Amodeo firma el texto y la dirección de la película, pero debe existir un entramado más complejo detrás para que alguien ose ponerle nombre y apellidos a un guión que desaprovecha de tal manera su enorme potencial. El presupuesto parece decente, los efectos especiales bastante dignos, ninguno de los actores desentona. Todos los elementos venían servidos en bandeja. La hecatombe sólo puede explicarse por un oscuro contratiempo en la escritura.
Después de los espectadores, los principales afectados son los intérpretes, cuyo trabajo queda totalmente deslucido entre unos diálogos que ni tienen talento ni chispa. Las apariciones de Ursula Corberó y Clara Lago, presentes en todas las promociones del filme, son meros suspiros. El talento de Julián Villagrán para la comedia apenas se entreve mientras su compañero de reparto, Quim Gutiérrez, demuestra su eficacia para hacer reír en las pocas oportunidades que le brinda el texto. La única que sale bien parada es Carmina Barrios, protagonista de una de las pocas escenas memorables de ¿Quién mató a Bambi?.
Para colmo, si la película tenía una oportunidad de redimirse era en el cierre, con un final que al menos hiciera estallar por los aires el humor contenido hasta el momento. Pero lejos de ello, Amodeo se decanta por un surrealismo de lo más garbancero, con una orgía de mal gusto que convierte a cualquier episodio de La que se avecina en pura sutileza. Quizá en José Luis Moreno se encuentre el gran secreto. Su factoría confecciona por cuatro duros guiones más bien resueltos.
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