
Sólo extrapolando a nuestra realidad política las entrevistas de David Frost a Richard Nixon podemos hacernos una idea de la magnitud del acontecimiento. Puede parecer un hecho histórico demasiado local, únicamente comprensible e interesante para los estadounidenses, pero todo lo que rodea al caso Watergate, incluido el epílogo que relata la película de Ron Howard, resulta un material de lo más absorbente.
Frost contra Nixon constituye un digno punto y seguido de Todos los hombres del presidente. Si en la película de Alan Pakula se radiografiaba al milímetro la investigación que Bernstein y Woodward llevaron a cabo para desentrañar todos los entresijos del caso, en esta ocasión Howard ha decidido resaltar otra hazaña periodística relacionada con el Watergate bastante menos conocida, la que protagonizó David Frost con Richard Nixon.

Peter Morgan, responsable del guión de The Queen, vuelve a desmenuzar con absoluta precisión un acontecimiento político de la historia reciente, mezclando de nuevo documentos auténticos con una ficción que, de tan fidedigna, parece real. Los testimonios que se van intercalando en la película y que protagonizan los propios actores son quizá el único elemento contradictorio con la filosofía de un filme que quiere desprender veracidad. El tono de reportaje que persiguen esas declaraciones se hubiera logrado de forma menos artificiosa en boca de sus protagonistas reales.
De todas formas, la autenticidad en Frost contra Nixon viene de la mano de Frank Langella, que logra igualar e incluso superar a su colega Anthony Hopkins con una encarnación del presidente Nixon más costumbrista y matizada (sus diálogos con Kevin Bacon sobre los zapatos italianos de Frost no tienen desperdicio). Michael Sheen tampoco se queda atrás. Después de ponerse en la piel, casi literalmente, de Tony Blair, vuelve a transmutarse en personaje real con igual eficacia.

La hazaña de David Frost, con todos sus altibajos, constituye una excelente lección sobre géneros periodísticos tan degradados en la actualidad como el periodismo de investigación o la entrevista. De la misma forma que muchas facultades de comunicación incluyen Todos los hombres del presidente como película obligada, puede que a partir de ahora deban incorporar también Frost contra Nixon en sus programas, al menos para que los nuevos profesionales entiendan que las entrevistas no son masajes, que existe vida más allá de la cámara oculta y que las exclusivas, tan sobadas y desprestigiadas por el gremio, pueden lograrse mediante métodos más honestos.
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