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LITTLE FIRES EVERYWHERE | Madres hay más de una

Sorprende que una miniserie como Little fires everywhere, hasta hace bien poco, no tuviera un canal de distribución en España, sobre todo si tenemos en cuenta el éxito de Big Little lies y la existencia de una plataforma como HBO, en la que esta producción de Hulu (The handmaid’s tale) hubiera encajado como un guante. Si además nos fijamos en que tanto detrás como delante de las cámaras está la omnipresente Reese Witherspoon, protagonista de otro éxito de la temporada como es The morning show, todavía se entiende menos que hasta la semana pasada Prime Video, la plataforma de Amazon, no anunciara su inminente estreno, que será el próximo 22 de mayo.

A pesar de las similitudes con Big Little lies, esta nueva apuesta personal de Witherspoon puede que plantee una trama más sencilla, sin thrillers ni misterios de por medio, pero mucho más profunda que la que nos proporcionaba la creación de David E. Kelley. El plantel de actrices quizá sea algo menor pero con la presencia de Witherspoon y, sobre todo, de Kerry Washington, la serie se basta y se sobra. El casting, en gran parte formado por adolescentes, es inusualmente perfecto.

Estamos en los años 90. Little fires everywhere arranca, muy poco sutilmente, con un incendio que destruye la mansión de Witherspoon en el idílico pueblo de Shaker Heights. Las similitudes con la Madeline de Big Little lies son más que evidentes, hasta el punto que uno puede llegar a confundirlas. Por suerte, la vida perfecta de esta periodista en un diario local, con cuatro hijos y dos polvos semanales con su marido (Joshua Jackson) fijados en el calendario, se ve alterada unos meses antes de la tragedia con la llegada al barrio de una mujer negra y su hija adolescente. Llegan en un coche destartalado, una parada más en su vida nómada, con una mano delante y otra detrás. Y como buena conciudadana, ejemplo de madre, esposa y vecina, decide echar una mano, no tanto por solidaridad sino para engrosar su currículum de buenas acciones para la comunidad.

Elena encarna ese arquetipo de mujer pudiente cuya perfecta proyección hacia fuera es inversamente proporcional a los problemas que guarda de puertas hacia dentro, en su mayoría provocados por ese afán de convertirse en una ciudadana ejemplar. Sus buenas acciones no son del todo altruistas y como tales acarrearán consecuencias, exigirán contrapartidas que Mia, la madre soltera, independiente y con carácter no estará dispuesta a aceptar. Desde el momento en que los personajes de Witherspoon y Washington se cruzan da comienzo una espiral apasionante de tiranteces en torno a la raza, la clase social y la maternidad. Sin caer en el victimismo ni en el discurso fácil, Little fires everywhere afronta de manera muy honesta ese choque racial en Estados Unidos. Finalmente, más que de un conflicto abierto, se trata de pequeños gestos, malentendidos y malas interpretaciones, microracismos cotidianos que terminan minando la convivencia diaria.

Pero el gran motivo de la serie no es otro que el de la maternidad, entendida de distintas formas y abarcada desde todos los ángulos. ¿Tiene derecho una mujer a arrepentirse de ser madre? ¿O de lo contrario? ¿Qué ocurre cuando se rompen los lazos entre una hija y su progenitora? Las lecciones sobre la maternidad pueden llegar a convertirse en una terrible recámara de reproches entre mujeres, listas para ser lanzadas como misiles de largo alcance. Sin embargo, la vida (y la serie) nos revelan que no existen doctrinas universales para las relaciones humanas. Las discusiones entre Mia y su hija Pearl (sorprendente Lexi Underwood) o entre Mia y Elena, con sus dos miradas opuestas, son de alto voltaje precisamente porque vierten todo el trasfondo y toda la carga emocional que acarrea algo tan universal como ser madre. Pequeños fuegos latentes, perfectamente reconocibles, y que son los que convierten a esta serie en toda una vibrante olla a presión.

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