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THE CROWN | Larga vida a la Reina

“No hay excusa para ir en la dirección equivocada”. Es la inscripción que grabó el duque de Windsor al príncipe Carlos en un reloj que le entregó Wallis Simpson después de su muerte y que marcaba un apasionante paralelismo entre dos de las ovejas negras de la familia real británica. The crown ha hecho suya la máxima en esta tercera temporada, que desembarcaba con la duda sobre la renovación al completo de su reparto. Un salto arriesgado pero del que la serie ha salido airosa precisamente por no haber dado ni un solo paso en falso. El horizonte está bien claro, la maquinaria engrasada y cualquier error resultaría imperdonable.

Lejos de ser traumático, el cambio de actores para retratar la mediana edad de Ia Corona británica ha resultado estimulante, sobre todo partiendo de un casting que, en su primera y segunda temporadas, parecía insuperable. Resulta imposible no echar de menos a Claire Foy, Matt Smith y compañía pero es que su reemplazo ya se auguraba portentoso. Olivia Colman era una apuesta segura y Tobias Menzies incluso logra redondear la figura del duque de Edimburgo que ya perfiló a la perfección Smith. La única que resulta chocante, no por su mala interpretación sino por el cambio brusco en la evolución del personaje, es Helena Bonham Carter. La princesa Margarita de Vanessa Kirby era mucho más arrolladora y adictiva que esta nueva e irritante versión.

En todo caso, la serie creada por Peter Morgan se adentra a finales de los años 60 para brindarnos de nuevo toda una lección de historia británica y mundial, en la que se entremezclan grandes acontecimientos que pusieron entre las cuerdas a la monarquía con sus propios terremotos internos. En especial, esta tercera temporada pasará a la historia por dos capítulos majestuosos. Aberfan, posiblemente uno de los mejores en lo que llevamos de ficción, recrea la catástrofe del derrumbamiento de una mina de carbón en Gales que causó la muerte de 144 personas, en su mayoría niños. La tragedia sirve a los guionistas para reflejar la tozudez y frialdad de una monarca que tardó varios días en reaccionar y personarse en el lugar de los hechos y para desmentir a los que consideran que The crown ha llegado para blanquear su imagen.

Nuevamente, la trama sitúa a Isabel II en una encrucijada entre el deber y el querer. Es cierto que el guion busca humanizarla, planteando sus dudas morales, forzándose a soltar una lágrima, pero finalmente el retrato resulta más fidedigno cuando nos refleja a una reina obsesionada con marcar distancias y mantenerse fiel a su función institucional. Otro ejemplo lo encontramos precisamente en el segundo capítulo memorable de esta temporada, el que protagoniza un sobresaliente Josh O’Connor en la piel del joven príncipe Carlos. En Tywysog Cymru asistimos a su viaje interior y exterior para investirse como príncipe de Gales. Es al final del episodio cuando se produce una escena formidable entre madre e hijo, reina y sucesor, que marca las bases de una complicada relación familiar.

Sin apenas darnos cuenta, The crown ha empezado a sumergirse en los acontecimientos más reconocibles de la monarquía británica para el público general. La llegada de Camila Parker Bowles marca el inicio de un futuro muy prometedor para la serie, que seguirá con la irrupción de Lady Di y, más allá del papel cuché, con la introducción de grandes personajes como Margaret Thatcher, que encarnará Gillian Anderson. Lejos de la parodia en la que podría derivar, Morgan ha decidido mantener el tono grandilocuente y pomposo que marca la serie, convirtiendo el idilio entre Carlos y Camila en una gran historia de amor que estará marcada por las adversidades.
La primera de ellas, dentro del propio seno familiar. Con los atributos propios del género de terror, desde la banda sonara hasta los planos de cámara, la serie nos sitúa ante un joven que se siente apartado, víctima de las conspiraciones hogareñas que le impiden seguir su propio camino hacia la felicidad, justo el mismo recorrido del que se desmarcó el díscolo duque de Windsor. En cambio, el capítulo dedicado a las ínfulas de Philip, con la llegada a la Luna de fondo, es seguramente el más soporífero e intrascendente de toda la serie.

¿Es The crown, con permiso de Mindhunter, la joya de la corona de Netflix? Sin ninguna duda. La serie con mayor presupuesto de la plataforma se ha convertido en todo un emblema. Entre la morralla y la mediocridad de un catálogo interminable, aunque no insuperable, se erige esta obra maestra en la que todo, absolutamente todo, está al servicio de la majestuosidad y la perfección. Larga vida a la Reina. Larga vida a The crown.

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