Si el año pasado fue el movimiento #OscarSoWhite el que colmó de reivindicaciones la gala de los Oscar, ésta ha sido la edición del #TimesUp y el #MeToo, que reclaman la igualdad entre hombres y mujeres y el fin del acoso sexual en la industria de Hollywood. Denunciar situaciones tan aberrantes en un multitudinario escaparate como estos galardones no sólo es eficaz sino necesario. Otra cuestión es cómo responde la maquinaria del entretenimiento a estas demandas. Y ahí es cuando entran en juego los lavados de imagen exprés. Porque ¿de qué sirve milimetrar el color de piel de los presentadores en el escenario si finalmente la única candidata con amplia representación de la comunidad negra, Déjame salir, saldó la noche con un único Oscar al mejor guión? ¿Para qué festejar la presencia por primera vez en 90 años de una mujer entre las candidatas a mejor fotografía si al final se fue de vacío? Los Oscar están repletos de incongruencias y este año la más flagrante fue ignorar a una directora, Kathryn Bigelow, por una película vibrante, Detroit, que además denuncia las situaciones de abuso de poder hacia los negros. Mientras, en su afán por contentar a todos los públicos, los galardones más importantes del cine parecen más desorientados que nunca. Atrás quedan aquellos años en los que la Academia de Hollywood apostaba firmemente por una película, que podía llegar a acumular hasta once estatuillas. Ahora eso parece impensable. La gran favorita de esta edición, La forma del agua, logró sólo cuatro de los trece premios a los que aspiraba, tan sólo uno por encima de la espectacular Dunkerque y con dos más que la redonda Tres anuncios en las afueras. Es lo malo de mezclar el arte con la corrección política. Finalmente no queda claro si se recibe un premio para tapar vergüenzas o por méritos propios.
Con una legión de seguidores discreta pero infalible, en torno al 15% de cuota de pantalla, podría decirse que Sé quién eres es todo un hito en la historia de nuestra televisión. Pocas veces un thriller con una trama seriada ha logrado mantener espectadores semana tras semana, pendientes de un caso, el de la desaparición de Ana Saura, que, para colmo, se resolvía a mitad de estas dos temporadas fusionadas en una. Dieciséis capítulos vibrantes que culminaban este pasado lunes con un final sorprendente, no sólo por el asesinato inesperado de uno de sus personajes principales, sino también por la singularidad de su resolución. Probablemente por primera vez en estos lares, el happy end deja paso a un desenlace mucho más realista, el del triunfo del mal y del poder sobre el resto de mortales. A pesar de su notable éxito, sobre todo en un canal, Telecinco, con escaso recorrido para el drama seriado, Sé quién eres no ha supuesto la revolución que cabía esperar para nuestro panoram...
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