Imaginemos por un momento que José María Aznar hubiese dimitido de su cargo de presidente del gobierno por haber mentido a los españoles después del atentado terrorista del 11-M. Imaginemos que, entre la avalancha de peticiones de entrevistas, entre las cuáles se encontraría la de profesionales contrastados como Iñaki Gabilondo o José Luis del Olmo, el ex mandatario le concediera a Andreu Buenafuente el privilegio de moderar su primera aparición pública tras el escándalo. La sorpresa sería mayúscula en el sector de la comunicación y, desde luego, dado el historial masajista del showman, las esperanzas de un duelo trepidante y redentor serían mínimas. Sólo extrapolando a nuestra realidad política las entrevistas de David Frost a Richard Nixon podemos hacernos una idea de la magnitud del acontecimiento. Puede parecer un hecho histórico demasiado local, únicamente comprensible e interesante para los estadounidenses , pero todo lo que rodea al caso Watergate, incluido el epílogo que relat...
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