Tilda Swinton, además de ser la encargada de concederle a nuestra Pe el histórico Oscar a la mejor actriz secundaria, es también una brillante actriz no reconocida del todo por el gran público. Esta británica de casi 50 años se hizo popular gracias a su terrorífica conversión en la bruja blanca de Las crónicas de Narnia, pero su carrera se remontaba veinte años atrás e incluía actuaciones en películas tan valoradas como Adaptation o Flores rotas. El reconocimiento le vino el año pasado de la mano del tío Oscar como compañera de reparto del mismísimo George Clooney en Michael Clayton, pero ni aún con esas ni encarnando a la amante rusa de Benjamin Button, sin duda la interpretación más destacable de la película, ha logrado esta mujer hacerse un hueco en el olimpo de las estrellas.
Puede que esta situación la beneficie, ya que la fama no siempre permite papeles tan arriesgados como el de Julia. Una mujer borracha, que se despierta cada mañana sin saber con qué tío se metió anoche en la cama y sin ninguna ambición más en la vida que un vaso de vodka con tónica no es precisamente el personaje que más guste a los fans de una estrella de Hollywood. En cambio, pocas actrices de las mediáticas serían capaces de proporcionar a Julia la verosimilitud y la entrega de esta pelirroja de armas tomar.
La escena inicial de la película promete un relato desgarrador sobre la degeneración humana, sobre el pozo sin fondo al que toda persona puede llegar. Julia se tambalea, cubata en mano, por la pista de baile. Con un vestidito de veinteañera, pasea su madurez de hombre a hombre, con la conciencia y la dignidad usurpadas por el alcohol. Cuando amanece y la resaca asoma, apenas recuerda a su acompañante, generalmente un apestoso personaje en busca de un polvo fácil. Es el momento más claro del día, cuando la realidad la golpea con toda su fuerza y la copa vuelve a ser la única válvula de escape posible.
Swinton personifica perfectamente a esas mujeres que, sobrepasando la cuarentena, vendieron su alma al alcohol. Las que despiertan lástima a su paso, incapaces de asumir su pérdida de la época dorada. No es un personaje simpático ni agradable, pero resulta muy fácil empatizar con él gracias a la realista interpretación de la actriz. No conocemos ni su pasado ni su contexto, pero entendemos que la falta de ambición y de ilusión en la vida son suficientes motivos.
La entrada de un niño en escena y de su secuestro cambian por completo el sentido de la trama y el objetivo del filme. Ya no estamos frente a una radiografía de la degradación humana sino ante el camino hacia la reparación. El chico parece el método revulsivo que Julia necesitaba, pero de nuevo el avance del metraje y, sobre todo sus minutos finales, modifican el rumbo de la película y la convierten precisamente en una película sin rumbo.
Del drama más costumbrista pasamos a la acción más delirante, y lo que parecía una road movie de manual termina dejando al espectador sin la justificación de sus dos horas y media de viaje. El desenlace nos deja entre el frío y el calor, cerrando la superflua trama de acción pero dejando abierta la evolución personal de Julia, el verdadero motivo de interés de la película.
Tras concederle cada plano y cada minuto, Zonca se olvida por completo del personaje de Tilda Swinton en su final. Flaco favor para el que es el único estimulante de Julia. Su alargado y desigual metraje se convertiría en somnífero si no fuera por la sólida presencia de Swinton, capaz de mantener abiertos los párpados del personal. Si su interpretación en esta película, a pesar de ella, no es meritoria de premio, por encima de estilosas actrices de labios carnosos, que baje Oscar y lo vea.
Puede que esta situación la beneficie, ya que la fama no siempre permite papeles tan arriesgados como el de Julia. Una mujer borracha, que se despierta cada mañana sin saber con qué tío se metió anoche en la cama y sin ninguna ambición más en la vida que un vaso de vodka con tónica no es precisamente el personaje que más guste a los fans de una estrella de Hollywood. En cambio, pocas actrices de las mediáticas serían capaces de proporcionar a Julia la verosimilitud y la entrega de esta pelirroja de armas tomar.
La escena inicial de la película promete un relato desgarrador sobre la degeneración humana, sobre el pozo sin fondo al que toda persona puede llegar. Julia se tambalea, cubata en mano, por la pista de baile. Con un vestidito de veinteañera, pasea su madurez de hombre a hombre, con la conciencia y la dignidad usurpadas por el alcohol. Cuando amanece y la resaca asoma, apenas recuerda a su acompañante, generalmente un apestoso personaje en busca de un polvo fácil. Es el momento más claro del día, cuando la realidad la golpea con toda su fuerza y la copa vuelve a ser la única válvula de escape posible.
Swinton personifica perfectamente a esas mujeres que, sobrepasando la cuarentena, vendieron su alma al alcohol. Las que despiertan lástima a su paso, incapaces de asumir su pérdida de la época dorada. No es un personaje simpático ni agradable, pero resulta muy fácil empatizar con él gracias a la realista interpretación de la actriz. No conocemos ni su pasado ni su contexto, pero entendemos que la falta de ambición y de ilusión en la vida son suficientes motivos.
La entrada de un niño en escena y de su secuestro cambian por completo el sentido de la trama y el objetivo del filme. Ya no estamos frente a una radiografía de la degradación humana sino ante el camino hacia la reparación. El chico parece el método revulsivo que Julia necesitaba, pero de nuevo el avance del metraje y, sobre todo sus minutos finales, modifican el rumbo de la película y la convierten precisamente en una película sin rumbo.
Del drama más costumbrista pasamos a la acción más delirante, y lo que parecía una road movie de manual termina dejando al espectador sin la justificación de sus dos horas y media de viaje. El desenlace nos deja entre el frío y el calor, cerrando la superflua trama de acción pero dejando abierta la evolución personal de Julia, el verdadero motivo de interés de la película.
Tras concederle cada plano y cada minuto, Zonca se olvida por completo del personaje de Tilda Swinton en su final. Flaco favor para el que es el único estimulante de Julia. Su alargado y desigual metraje se convertiría en somnífero si no fuera por la sólida presencia de Swinton, capaz de mantener abiertos los párpados del personal. Si su interpretación en esta película, a pesar de ella, no es meritoria de premio, por encima de estilosas actrices de labios carnosos, que baje Oscar y lo vea.
Comentarios
Me has hecho dar ganas de ver la peli.
A mí Tilda Swinton sí me gusta, creo que antes me gustaba más (con su súper performance en “The Deep End” y sus pequeñas pero efectivas participaciones en cintas como “Adaptation”, “Vanilla Sky” y “Constantine”)… pero igual me parece una actriz muy interesante, creo que porque además de que puede actuar tiene una fisiognomía fuera de lo común, o sea como que te impacta verla… también me gusta que casi nunca se va por lo fácil sino que toma riesgos en sus distintos papeles.
He leído que la película “Julia” tiene ciertos aspectos en común con “Gloria”… si es así me interesa ver la peli porque “Gloria” es una de mis favoritas de los 80, en esa película recuerdo que Gena Rowlands brinda una interpretación generosísima y electrizante (si no la has visto te la recomiendo ampliamente… igual si no te gusta mucho al final, es interesante que la veas porque es una peli muy influyente, por ejemplo Uma Thurman dijo en una ocasión que, en parte, basó su interpretación en “Kill Bill” en algunos elementos del personaje de Gena Rowlands en “Gloria” y yo – que he visto y he disfrutado las dos películas – puedo decirte que es verdad en cierta medida).
Por ti le daré una oportunidad a “Julia”…
Saludos,