Todos
los esfuerzos de la Academia de Hollywood por parecer más inclusiva, tolerante
y feminista en los últimos años se fueron por la borda en apenas unos segundos.
Son los que protagonizó Will Smith cuando irrumpió en el escenario del Kodak
Theater para propinarle un bofetón a Chris Rock por un desafortunado chiste
sobre la calvicie de su mujer. Lo que parecía un gag más de la ceremonia terminó
confirmándose como real, aunque no por boca de la organización del evento, que
prosiguió con el show como si nada grave hubiera sucedido. Minutos más tarde,
el actor recibía el Oscar a mejor actor entre vítores y aplausos de los
asistentes. Los Oscar parecían imitar la escena de ‘No mires arriba’ en la que
el mundo prefiere ignorar la llegada de un meteorito. Smith no solo no pidió
perdón al agredido sino que justificó entre sonrisas y lágrimas que lo hizo por
amor y por respeto. ¿Qué sentido cobraban los lazos azules de apoyo a los
refugiados en Ucrania, los aplausos en la lengua de signos, la mayor presencia
de mujeres, negros y personas LGTBIQ si al final nadie fue capaz de condenar el
mayor acto de intolerancia? La imagen que quedará para el recuerdo es la de
Chris Rock saliendo por la puerta de atrás y la de Will Smith luciendo un Oscar
bajo el brazo.
¿Cómo es posible que una película protagonizada por Julianne Moore y Samuel L. Jackson se estrene en tan sólo tres salas de Barcelona? Era la pregunta que rondaba por mi cabeza momentos antes de entrar en uno de esos tres cines en los que proyectaban El color del crimen . Dos horas más tarde, al atravesar la salida de emergencia, entendí perfectamente el motivo. La película es un bodrio. Capítulos de Sin rastro desarrollan mucho mejor en 45 minutos lo que este filme alarga a 120, la misteriosa desaparición de un niño blanco cerca de un gueto habitado por negros en New Jersey. Desde el momento en que la policía decide acordonar toda la colonia para encontrar al secuestrador, estalla un conflicto racial con dramáticas consecuencias. La película muestra, a su manera, algunos de los males que azotan Estados Unidos. Como es evidente, uno de ellos el racismo y las desigualdades sociales, pero también algunos otros que producen igual repugnancia, como es por ejemplo esa tendencia al asociac...
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