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EL DÍA DE MAÑANA | El primer golpe de Originales Movistar

Las comparaciones con Cuéntame eran inevitables. Otra historia ambientada entre el tardofranquismo y los enclenques inicios de la democracia disponía ya de un referente clarísimo en nuestra televisión. Pero basta echar un vistazo al primer capítulo para vislumbrar que la propuesta de Mariano Barroso con El día de mañana dista mucho de la visión acomodada y para todos los públicos que nos brindan los Alcántara. Aquí el protagonista es Justo Gil y existen serias dudas sobre si un personaje con tantas aristas tendría hueco en otro lugar que no fuera la televisión de pago.

Porque sí, los Originales de Movistar por fin dan un paso adelante en materia de ficción tras otras propuestas que, o bien simplemente alardeaban de factura (véase La peste) o directamente pasaban al olvido (ignórense Félix o Matar al padre, por ejemplo). Ha tenido que llegar el flamante presidente de la Academia de Cine para demostrarnos que presupuesto y guion pueden ir de la mano para ofrecernos una serie que, ahora sí, parece inspirada en la veterana estrategia de producción propia de las cadenas de pago internacionales. Desde Crematorio, año 2011, no disponíamos de semejante referente.

El primer episodio de El día de mañana es luminoso. Nos presenta a un protagonista atípico, que aterriza en una Barcelona convulsa con ganas de comerse el mundo y de salvar a su madre moribunda. El espectador recibe con simpatía a un Justo Gil ilusionado, que trampea del negocio de las máquinas de escribir al de la venta por catálogo con un ímpetu más propio de Amélie que de un inmigrante aragonés recién llegado a la gran ciudad. Le recibimos con los ojos maravillados de Carme, la joven empleada de una imprenta familiar que sucumbe a sus encantos. Pero lo que se nos plantea como un bonito cuento durante los últimos remates de la dictadura se va oscureciendo capítulo a capítulo hasta situar al personaje principal en una dudosa línea moral.

Es cuando nos adentramos en el lado oscuro de Justo Gil cuando se inicia un interesante juego con el espectador. ¿Hasta qué punto lograremos empatizar con un protagonista que bascula de una ideología a otra con la misma facilidad que cambia de chaqueta? ¿Dónde termina el instinto de supervivencia y se da comienzo a la falta absoluta de escrúpulos? Los testimonios a cámara de los distintos personajes enseguida nos sacan de dudas: jamás lograremos conocer del todo a la estrella principal de la función.

Por suerte, como a todos, a Justo Gil lo define quién le rodea. Y en este caso, el protagonista está muy bien acompañado. Si Oriol Pla sostiene con holgura el peso de la trama, no se queda atrás ninguno de los otros miembros del reparto, desde una Aura Garrido que suma otra interpretación memorable para televisión hasta un Jesús Carroza que funciona a la perfección como antagonista. Mención aparte para Karra Elejalde, que con su papel de comisario Landa se ha ganado un lugar preferente en la próxima temporada de premios.

Las solventes interpretaciones, sin ni una sola decisión de casting dejada al azar, completan la lista de méritos de una serie que, sin demasiado esfuerzo, debería convertirse en la favorita de la temporada patria. La casa de papel ha traspasado fronteras, Vis a vis ha regresado por la puerta grande, pero El día de mañana tiene más mérito. De una época retratada desde centenares de punto de vista en nuestra ficción ha logrado extraer una historia intimista, compleja y que, para colmo, se introduce, desarrolla y culmina con inusitada valentía.

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