Han desperdiciado una gran oportunidad. Nos taparon la boca a los que renegábamos de una tercera temporada después del insuperable final de la segunda, brindaron una nueva trama con un arranque y un desarrollo que nos hizo olvidar por completo a Rosie Larsen, y sin embargo el pasado domingo desembocamos en un doble episodio final que en nada recuerda a los finales a los que nos tenían acostumbrados. Los guionistas de The Killing, esta vez sí, nos han fallado.
En primer lugar, porque a falta de conocer si la AMC renueva la serie para una cuarta temporada, dejan a la audiencia con un desenlace abierto, que ni sirve para crear la suficiente expectación de cara a la siguiente entrega ni desde luego dejaría a The Killing en el lugar que se merece en caso de cancelación. Ni tenemos un nuevo caso al que aferrarnos ni un cliffhanger de alto impacto como en la primera temporada. Sólo tememos por el futuro de Sarah Linden tras disparar al asesino, cuando sabemos que de ir a la cárcel será algo provisional. Cero alicientes.
El doble episodio final ha puesto de manifiesto la enorme carencia de esta tercera temporada, que por otro lado iba camino de convertirse en la mejor de este apasionante thriller. A un planteamiento casi perfecto, a un caso incluso más prometedor que el de Rosie Larsen, le han faltado sospechosos, líneas abiertas, en definitiva, más juego con el espectador. De ahí que la identidad del asesino haya resultado precipitada, inverosímil y muy poco fundamentada.
La trama de todo un jefe de policía degollando a decenas de adolescentes desamparadas ya resulta un tanto rocambolesca. Pero que encima un tipo con conocimiento directo del caso sea tan idiota como para regalarle a su hija el anillo de una de las desaparecidas es mucho más difícil de tragar. Para argumentos increíbles ya tenemos a Dexter y resueltos de manera mucho más ingeniosa. Si querían que el caso afectara todavía más en la ya de por sí complicada personalidad de Linden, podrían haberlo planteado de mejor forma.
De entrada, aprovechando mejor el personaje de Peter Sarsgaard, uno de las dos revelaciones de esta temporada. Durante varios capítulos, demasiados, estuvimos divagando sobre sus miserias en el corredor de la muerte. Las soportamos estoicamente porque esperábamos un súbito vuelco en los acontecimientos, pero al final Ray Seward sólo sirvió para protagonizar una de las mejores escenas de la serie, la de su agónica muerte en la horca. El cargo de conciencia de su falsa culpabilidad debería haber pesado sobre Linden de la misma forma que lo hizo sobre Holder el asesinato de Bullet, la otra grata sorpresa de la temporada. De hecho, la condena de Seward debería haber coincidido en este último episodio con la identidad desvelada del asesino. El final habría sido mucho más redondo.
Como en anteriores ocasiones, The Killing ha jugado al despiste sin complejos durante toda esta temporada. Pero esta vez la investigación se ha reducido a dos sospechosos, Joe Mills y el pastor Mike, que con el secuestro de Linden nos proporcionó uno de los episodios más emocionantes de la serie. Ha faltado subtrama, intereses ocultos, todo aquello que permitió interactuar con la audiencia durante las dos entregas previas.
Pero como ocurriera también anteriormente, la gran baza de la serie sigue estando en esa relación especial entre Linden y Holder, que se ha ido estrechando con más intensidad a lo largo de estos doce últimos episodios. Ambos se han desahogado hasta el extremo. Ella, durante el secuestro del cura; él, tras la muerte de Bullet. El único aliciente que nos queda tras la decepcionante season finale es averiguar cómo culmina esta entrañable amistad. Eso y que Netflix se apropie de una vez por todas de la serie y le proporcione la visibilidad que se merece. ¿Os imagináis algo mejor que disponer el mismo día de los 12 episodios de The Killing? Brindemos por ello y por nuestra salud.
En primer lugar, porque a falta de conocer si la AMC renueva la serie para una cuarta temporada, dejan a la audiencia con un desenlace abierto, que ni sirve para crear la suficiente expectación de cara a la siguiente entrega ni desde luego dejaría a The Killing en el lugar que se merece en caso de cancelación. Ni tenemos un nuevo caso al que aferrarnos ni un cliffhanger de alto impacto como en la primera temporada. Sólo tememos por el futuro de Sarah Linden tras disparar al asesino, cuando sabemos que de ir a la cárcel será algo provisional. Cero alicientes.
El doble episodio final ha puesto de manifiesto la enorme carencia de esta tercera temporada, que por otro lado iba camino de convertirse en la mejor de este apasionante thriller. A un planteamiento casi perfecto, a un caso incluso más prometedor que el de Rosie Larsen, le han faltado sospechosos, líneas abiertas, en definitiva, más juego con el espectador. De ahí que la identidad del asesino haya resultado precipitada, inverosímil y muy poco fundamentada.
La trama de todo un jefe de policía degollando a decenas de adolescentes desamparadas ya resulta un tanto rocambolesca. Pero que encima un tipo con conocimiento directo del caso sea tan idiota como para regalarle a su hija el anillo de una de las desaparecidas es mucho más difícil de tragar. Para argumentos increíbles ya tenemos a Dexter y resueltos de manera mucho más ingeniosa. Si querían que el caso afectara todavía más en la ya de por sí complicada personalidad de Linden, podrían haberlo planteado de mejor forma.
De entrada, aprovechando mejor el personaje de Peter Sarsgaard, uno de las dos revelaciones de esta temporada. Durante varios capítulos, demasiados, estuvimos divagando sobre sus miserias en el corredor de la muerte. Las soportamos estoicamente porque esperábamos un súbito vuelco en los acontecimientos, pero al final Ray Seward sólo sirvió para protagonizar una de las mejores escenas de la serie, la de su agónica muerte en la horca. El cargo de conciencia de su falsa culpabilidad debería haber pesado sobre Linden de la misma forma que lo hizo sobre Holder el asesinato de Bullet, la otra grata sorpresa de la temporada. De hecho, la condena de Seward debería haber coincidido en este último episodio con la identidad desvelada del asesino. El final habría sido mucho más redondo.
Como en anteriores ocasiones, The Killing ha jugado al despiste sin complejos durante toda esta temporada. Pero esta vez la investigación se ha reducido a dos sospechosos, Joe Mills y el pastor Mike, que con el secuestro de Linden nos proporcionó uno de los episodios más emocionantes de la serie. Ha faltado subtrama, intereses ocultos, todo aquello que permitió interactuar con la audiencia durante las dos entregas previas.
Pero como ocurriera también anteriormente, la gran baza de la serie sigue estando en esa relación especial entre Linden y Holder, que se ha ido estrechando con más intensidad a lo largo de estos doce últimos episodios. Ambos se han desahogado hasta el extremo. Ella, durante el secuestro del cura; él, tras la muerte de Bullet. El único aliciente que nos queda tras la decepcionante season finale es averiguar cómo culmina esta entrañable amistad. Eso y que Netflix se apropie de una vez por todas de la serie y le proporcione la visibilidad que se merece. ¿Os imagináis algo mejor que disponer el mismo día de los 12 episodios de The Killing? Brindemos por ello y por nuestra salud.
Comentarios
jesn / larryjr
NO soy yo al que no le ha gustado.
jesn.
Muy patillero, no hay quien se crea que era el teniente y que además le regalase el anillo a la hija.
No se si habrá una temporada mas, si la hay no se si la vere.
jesn
jesn.
Ya veremos, en septiembre la niña ya ira a la guardería y lo mismo tengo mas tiempo.
jesn
Tengo grabada la 1ª temporada en el iplus y aun no la he empezado.
Sabes algo de LASHA?? Esta desaparecida..