Apostar por una historia de hace casi 20 años, basada en una novela todavía más lejana, era arriesgado. Pocos recordarán, y mucho menos la joven audiencia de la NBC, la trama en la que un abogado recién licenciado era captado por un bufete de Memphis que en realidad funcionaba como tapadera de la mafia de Chicago y que terminaría arruinándole la vida. Tampoco sabemos si La tapadera era la mejor elección de una obra, la de John Grisham, cargada de argumentos sobradamente preparados para la televisión. La apuesta, como decimos, no era segura.
Sin embargo, nos quedaremos con la duda de si una auténtica adaptación de la película de Sidney Pollack hubiera funcionado entre la cada vez más exigente audiencia televisiva. Porque lo que nos ofreció el piloto de The firm es algo bien distinto. La serie parece haber adoptado el título de la obra meramente como marca registrada y como posible reclamo, porque si lo que esperábamos era un adictivo thriller de acción y persecución centrado en las desventuras de Mitch McDeere diez años después, andábamos del todo equivocados.
Es cierto que la serie se esfuerza en rescatar a todos y cada uno de los personajes de la novela original con la máxima fidelidad posible, incluso manteniendo su personalidad. Ahí está la carismática Tammy, la inesperada colaboradora que encarnó Holly Hunter ahora en el cuerpo de Juliette Lewis, para demostrarlo. Los flashbacks y algunas menciones también van recordando los vínculos de Mitch con el FBI y que desataron la persecución que lo llevaría al programa de protección de testigos.
Pero la sorpresa llega cuando comprobamos que la trama original de The firm es una mera excusa, un telón de fondo, para una serie procedimental más sobre abogados. De nada sirve un prólogo espectacular que nos emplaza seis meses después y en el que vemos al protagonista huyendo por las calles de Washington. De nada sirve cuando la gran mayoría del capítulo se centra en la idílica vida familiar de Mitch y en un caso autoconclusivo que, para colmo, no despierta el más mínimo interés.
¿Es que no ha visto John Grisham The good wife? ¿Es que no ha comprobado que la fórmula que en su día explotó David E. Kelley, el experto en llevar el derecho a la televisión, dejó de funcionar hace mucho tiempo en televisión? Es evidente que no se ha fijado en las andadas de Alicia Florrick, esforzándose semana tras semana en mezclar casos sabiamente seleccionados con una trama seriada de lo más adictiva. Sólo por su total desconocimiento del lenguaje televisivo actual se entiende que Grisham produjera este producto tan alejado de sus best-sellers, siempre atractivos y complejos.
El caso con el que decidieron abrir la serie parecía más bien el de un capítulo 17 de una hipotética e imposible sexta temporada. Puro relleno. La investigación de la muerte, con chapuceros flashbacks remarcando la secuencia, ni siquiera llegaba al nivel de Homicidios. Tampoco salvaban la función unos actores sin carisma que provocan la nostalgia, no ya hacia Gene Hackman o David Stathairn, solventes intérpretes, sino hacia el propio Tom Cruise. Porque si Josh Lucas parecía un buen fichaje, al final ha conseguido lo imposible, que echemos de menos al gurú de la cienciología.
¿Qué habría sido de The firm si el argumento nos hubiera conducido por la huida planetaria de Mitch? El suspense, la acción y los giros argumentales deberían haber sido los puntos fuertes de la secuela. Aún así, si la decisión de estrenar esta serie ya era arriesgada, la apuesta ha rozado el suicidio programándose contra Once upon a time y The good wife. Los datos de audiencia han hablado por sí solos. Menos de 7 millones de espectadores se engancharon a una propuesta que precisamente no engancha.
Sin embargo, nos quedaremos con la duda de si una auténtica adaptación de la película de Sidney Pollack hubiera funcionado entre la cada vez más exigente audiencia televisiva. Porque lo que nos ofreció el piloto de The firm es algo bien distinto. La serie parece haber adoptado el título de la obra meramente como marca registrada y como posible reclamo, porque si lo que esperábamos era un adictivo thriller de acción y persecución centrado en las desventuras de Mitch McDeere diez años después, andábamos del todo equivocados.
Es cierto que la serie se esfuerza en rescatar a todos y cada uno de los personajes de la novela original con la máxima fidelidad posible, incluso manteniendo su personalidad. Ahí está la carismática Tammy, la inesperada colaboradora que encarnó Holly Hunter ahora en el cuerpo de Juliette Lewis, para demostrarlo. Los flashbacks y algunas menciones también van recordando los vínculos de Mitch con el FBI y que desataron la persecución que lo llevaría al programa de protección de testigos.
Pero la sorpresa llega cuando comprobamos que la trama original de The firm es una mera excusa, un telón de fondo, para una serie procedimental más sobre abogados. De nada sirve un prólogo espectacular que nos emplaza seis meses después y en el que vemos al protagonista huyendo por las calles de Washington. De nada sirve cuando la gran mayoría del capítulo se centra en la idílica vida familiar de Mitch y en un caso autoconclusivo que, para colmo, no despierta el más mínimo interés.
¿Es que no ha visto John Grisham The good wife? ¿Es que no ha comprobado que la fórmula que en su día explotó David E. Kelley, el experto en llevar el derecho a la televisión, dejó de funcionar hace mucho tiempo en televisión? Es evidente que no se ha fijado en las andadas de Alicia Florrick, esforzándose semana tras semana en mezclar casos sabiamente seleccionados con una trama seriada de lo más adictiva. Sólo por su total desconocimiento del lenguaje televisivo actual se entiende que Grisham produjera este producto tan alejado de sus best-sellers, siempre atractivos y complejos.
El caso con el que decidieron abrir la serie parecía más bien el de un capítulo 17 de una hipotética e imposible sexta temporada. Puro relleno. La investigación de la muerte, con chapuceros flashbacks remarcando la secuencia, ni siquiera llegaba al nivel de Homicidios. Tampoco salvaban la función unos actores sin carisma que provocan la nostalgia, no ya hacia Gene Hackman o David Stathairn, solventes intérpretes, sino hacia el propio Tom Cruise. Porque si Josh Lucas parecía un buen fichaje, al final ha conseguido lo imposible, que echemos de menos al gurú de la cienciología.
¿Qué habría sido de The firm si el argumento nos hubiera conducido por la huida planetaria de Mitch? El suspense, la acción y los giros argumentales deberían haber sido los puntos fuertes de la secuela. Aún así, si la decisión de estrenar esta serie ya era arriesgada, la apuesta ha rozado el suicidio programándose contra Once upon a time y The good wife. Los datos de audiencia han hablado por sí solos. Menos de 7 millones de espectadores se engancharon a una propuesta que precisamente no engancha.
Comentarios
No estaba preparado para una decepción semejante!!!
Qué gran decepción... Pero piénsalo, una menos que te daré la paliza para que veas!
Ni por asomo esperaba un procedimental...
Jesn