Todo el mundo se pregunta la utilidad de Los hombres que no amaban a las mujeres. Es la versión yanqui de la adaptación sueca del conocido best-seller de Stieg Larsson. Llega tan sólo dos años después de su predecesora. Una película que pasó con notable la complicada tarea de llevar a la gran pantalla uno de los libros más leídos de la historia reciente.
¿Qué necesidad había de insistir de nuevo en Millennium tras las tres entregas de la saga, la serie y los telefilmes? ¿La necesidad de restregar el poderío de la industria de Hollywood, siempre dispuesta a demostrar que más es mejor? ¿La fobia del mercado estadounidense a cualquier obra extranjera? Cualquiera de estas respuestas valdría para uno de los tantos remakes que se realizan con una mera voluntad comercial. Pero este filme persigue algo más que la rentabilidad económica. Busca y consigue superar al original con un valor añadido y seguro: David Fincher.
El remake americano se diferencia del Milennium sueco desde el primer minuto, con unos títulos de crédito que buscan marcar distancias y, efectivamente, alardear de poderío. Pero si por algo adquiere la película un tono distinto no es por la generosidad de medios, que también, sino por una personalidad marcada que enseguida la aleja del estilo a telefilme que desprendía la cinta de Niels Arden Oplev.
Donde el sueco ponía minuciosidad, siguiendo casi a rajatabla el texto de Larsson, Fincher propone selección. Si entonces asistimos a una descripción pormenorizada de la investigación del caso Vanger, ahora lo que se describe con sumo cuidado son los personajes principales, auténtico reclamo de Los hombres que no amaban a las mujeres. Oplev decidió apostar por la historia. El director de Seven y Zodiac, en cambio, ha puesto el ojo en Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, igualando un poco más el protagonismo de ambos.
Porque aunque no lo parezca, el personaje principal de las novelas de Larsson es el periodista de Millennium, algo impensable si tomamos como referencia al descafeinado actor que lo encarnó en la saga sueca. Daniel Craig demuestra ser todo un acierto de casting. Para los que sólo lo recuerden como el nuevo agente 007 supondrá toda una revelación en la piel de un Blomkvist mucho más cercano que su antecesor.
Pero tampoco conviene engañarse. El personaje que despierta las pasiones de los millones de lectores de Millennium no es otro que Lisbeth Salander. Consciente de ello, Fincher no ha renunciado ni un ápice al protagonismo de la investigadora más atípica y asocial de la novela negra. Y el mejor piropo que puede recibir Rooney Mara, una de las revelaciones del año, es que ha conseguido mantener el listón que ya dejó bien alto Noomi Rapace, la actriz que anda ahora aprovechando el despegue que le ha supuesto el papel de Salander (la vemos ahora en Sherlock Holmes 2; la veremos en Prometheus, de Ridley Scott).
La pregunta de por qué un remake de Millennium tan cercano en el tiempo, por tanto, tiene multitud de respuestas. La nueva versión ya no es una fotocopia fría y aséptica de la novela original. Interioriza la estética y el sentido del ritmo para exteriorizar una trama sórdida y absorbente que la propuesta sueca no logró transmitir. Aquellos que sientan que el talento de Fincher está siendo desaprovechado en pos de una saga sobreexplotada no han entendido nada. El director de Denver está dando una de sus mayores lecciones de cine. Algunas adaptaciones no sólo tienen el poder de mejorar sino que incluso pueden desterrar al olvido a sus antecesoras.
¿Qué necesidad había de insistir de nuevo en Millennium tras las tres entregas de la saga, la serie y los telefilmes? ¿La necesidad de restregar el poderío de la industria de Hollywood, siempre dispuesta a demostrar que más es mejor? ¿La fobia del mercado estadounidense a cualquier obra extranjera? Cualquiera de estas respuestas valdría para uno de los tantos remakes que se realizan con una mera voluntad comercial. Pero este filme persigue algo más que la rentabilidad económica. Busca y consigue superar al original con un valor añadido y seguro: David Fincher.
El remake americano se diferencia del Milennium sueco desde el primer minuto, con unos títulos de crédito que buscan marcar distancias y, efectivamente, alardear de poderío. Pero si por algo adquiere la película un tono distinto no es por la generosidad de medios, que también, sino por una personalidad marcada que enseguida la aleja del estilo a telefilme que desprendía la cinta de Niels Arden Oplev.
Donde el sueco ponía minuciosidad, siguiendo casi a rajatabla el texto de Larsson, Fincher propone selección. Si entonces asistimos a una descripción pormenorizada de la investigación del caso Vanger, ahora lo que se describe con sumo cuidado son los personajes principales, auténtico reclamo de Los hombres que no amaban a las mujeres. Oplev decidió apostar por la historia. El director de Seven y Zodiac, en cambio, ha puesto el ojo en Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, igualando un poco más el protagonismo de ambos.
Porque aunque no lo parezca, el personaje principal de las novelas de Larsson es el periodista de Millennium, algo impensable si tomamos como referencia al descafeinado actor que lo encarnó en la saga sueca. Daniel Craig demuestra ser todo un acierto de casting. Para los que sólo lo recuerden como el nuevo agente 007 supondrá toda una revelación en la piel de un Blomkvist mucho más cercano que su antecesor.
Pero tampoco conviene engañarse. El personaje que despierta las pasiones de los millones de lectores de Millennium no es otro que Lisbeth Salander. Consciente de ello, Fincher no ha renunciado ni un ápice al protagonismo de la investigadora más atípica y asocial de la novela negra. Y el mejor piropo que puede recibir Rooney Mara, una de las revelaciones del año, es que ha conseguido mantener el listón que ya dejó bien alto Noomi Rapace, la actriz que anda ahora aprovechando el despegue que le ha supuesto el papel de Salander (la vemos ahora en Sherlock Holmes 2; la veremos en Prometheus, de Ridley Scott).
La pregunta de por qué un remake de Millennium tan cercano en el tiempo, por tanto, tiene multitud de respuestas. La nueva versión ya no es una fotocopia fría y aséptica de la novela original. Interioriza la estética y el sentido del ritmo para exteriorizar una trama sórdida y absorbente que la propuesta sueca no logró transmitir. Aquellos que sientan que el talento de Fincher está siendo desaprovechado en pos de una saga sobreexplotada no han entendido nada. El director de Denver está dando una de sus mayores lecciones de cine. Algunas adaptaciones no sólo tienen el poder de mejorar sino que incluso pueden desterrar al olvido a sus antecesoras.
Comentarios
Los libros me atraparon y la versión sueca me ha gustado mucho. Tengo que ver esta nueva versión.
Saludos.