Joe Wright inició su carrera como director con Orgullo y prejuicio para presentarnos después la exquisita Expiación. Demostrada, por tanto, su sensibilidad en los dramas de época, probó y obtuvo menos fortuna con El solista, un filme con escasa repercusión pero que ahondaba en la locura con una gran delicadeza. Ahora, en su cuarta propuesta, este inglés de apenas 40 años ha querido introducirse en el complicado mundo de la acción y del espionaje. Y le ha salido una película francamente rara, un experimento extraño en el que no termina de cuajar del todo la visión intimista que Wright tiene del mundo con las escenas adrenalínicas más típicas del género.
Hanna deja una sensación indescriptible en el espectador. Determinadas escenas, sobre todo las de acción, están rodadas de forma sorprendente gracias al apoyo de una banda sonora a base de Chemical Brothers. Destaquemos la huida de la protagonista desde la sede oculta de la CIA o la persecución por los contenedores de un puerto marítimo. Planos estudiados al detalle, agilidad, ritmo. Una auténtica gozada.
Otras secuencias menos hipertensivas también son satisfactorias, como la primera toma de contacto de Hanna con la adolescencia en un camping español. Pero es la globalidad del filme la que termina dejando un sabor agridulce. La sensación de que la cinta no encuentra su propia personalidad, de que los ingredientes, a priori de primerísima calidad, no combinan tan bien como era de esperar.
La historia es muy prometedora. Hanna, una chica de 16 años, ha sido entrenada desde pequeña por su padre, un ex agente de la CIA perseguido por deserción, para sobrevivir a cualquier ataque. Subsistían ambos en condiciones prácticamente primitivas hasta que un buen día son localizados por una compañera de la agencia secreta que desea su muerte.
Los intérpretes también son de lujo. Saoirse Ronan ha dejado de ser la Briony que sorprendió en Expiación para consolidarse del todo con este papel protagonista que debería encumbrarla como firme candidata a un Oscar. Wright le ha brindado a la jovencísima actriz un personaje a su medida, cargado de inocencia y frialdad, y Ronan ha superado sin esfuerzo la difícil tarea de dar credibilidad a una niña educada para matar. Complicado lo tenía para no caer en el ridículo.
Disponer como acompañantes de Eric Bana y Cate Blanchett también ayuda. El primero hace tiempo que no se prodiga en la pantalla como protagonista y hace que nos preguntemos el por qué. ¿Tanto daño le hizo Hulk? La segunda resulta aterradora en su papel de mala de la película. No es fácil tampoco asumir el papel de villano en este tipo de filmes sin desprender cierto histrionismo o incluso rozar el esperpento.
Pero todos estos elementos que sin duda juegan a favor de la cinta no son suficientes, como decíamos, para dar la envergadura necesaria a la propuesta. Hanna es demasiado de autor para una película de acción y viceversa. Los seguidores de Wright, por un lado, la encontrarán un tanto alejada de sus estándares románticos, mientras que los que acudan al cine buscando emociones fuertes se encontrarán con una propuesta un tanto descafeinada. Pero pocos saldrán de la sala diciendo que es mala. Hanna simplemente es… rara.
Hanna deja una sensación indescriptible en el espectador. Determinadas escenas, sobre todo las de acción, están rodadas de forma sorprendente gracias al apoyo de una banda sonora a base de Chemical Brothers. Destaquemos la huida de la protagonista desde la sede oculta de la CIA o la persecución por los contenedores de un puerto marítimo. Planos estudiados al detalle, agilidad, ritmo. Una auténtica gozada.
Otras secuencias menos hipertensivas también son satisfactorias, como la primera toma de contacto de Hanna con la adolescencia en un camping español. Pero es la globalidad del filme la que termina dejando un sabor agridulce. La sensación de que la cinta no encuentra su propia personalidad, de que los ingredientes, a priori de primerísima calidad, no combinan tan bien como era de esperar.
La historia es muy prometedora. Hanna, una chica de 16 años, ha sido entrenada desde pequeña por su padre, un ex agente de la CIA perseguido por deserción, para sobrevivir a cualquier ataque. Subsistían ambos en condiciones prácticamente primitivas hasta que un buen día son localizados por una compañera de la agencia secreta que desea su muerte.
Los intérpretes también son de lujo. Saoirse Ronan ha dejado de ser la Briony que sorprendió en Expiación para consolidarse del todo con este papel protagonista que debería encumbrarla como firme candidata a un Oscar. Wright le ha brindado a la jovencísima actriz un personaje a su medida, cargado de inocencia y frialdad, y Ronan ha superado sin esfuerzo la difícil tarea de dar credibilidad a una niña educada para matar. Complicado lo tenía para no caer en el ridículo.
Disponer como acompañantes de Eric Bana y Cate Blanchett también ayuda. El primero hace tiempo que no se prodiga en la pantalla como protagonista y hace que nos preguntemos el por qué. ¿Tanto daño le hizo Hulk? La segunda resulta aterradora en su papel de mala de la película. No es fácil tampoco asumir el papel de villano en este tipo de filmes sin desprender cierto histrionismo o incluso rozar el esperpento.
Pero todos estos elementos que sin duda juegan a favor de la cinta no son suficientes, como decíamos, para dar la envergadura necesaria a la propuesta. Hanna es demasiado de autor para una película de acción y viceversa. Los seguidores de Wright, por un lado, la encontrarán un tanto alejada de sus estándares románticos, mientras que los que acudan al cine buscando emociones fuertes se encontrarán con una propuesta un tanto descafeinada. Pero pocos saldrán de la sala diciendo que es mala. Hanna simplemente es… rara.
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