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'Pekín Express', el 'reality' perfecto

Por fin la telerrealidad ha encontrado un buen camino. La idea de transmitir la vida de personas anónimas a través de las cámaras ha ido deambulando de vuelta en vuelta de tuerca hasta lograr, por fin, el producto perfecto. Pekín express aúna entretenimiento, realidad e información. En un género que se mueve entre el documental, el concurso y el más puro ‘reality show’, el programa consigue generar en su insólita experiencia algo que no han logrado ninguno de sus hermanos: autenticidad.
Sólo viendo mundo, y no espatarrado en el sofá de una casa plagada de cámaras, logra uno encontrarse a sí mismo. Tan sólo en la convivencia con personas del mundo real se consigue la espontaneidad que tanto brilla por su ausencia en otros programas. Solamente en condiciones extremas como las que promueven las bases de este concurso y no en absurdas estancias en remotos islotes termina por describirse la complejidad del ser humano, hasta el punto de que podamos incluso hablar del tan manido experimento sociológico.
El interés del programa radica tanto en ver cuál de las 10 parejas será la primera en llegar a destino como en comprobar cómo se las ingenian para lograr su objetivo con tan sólo 1 euro al día. Las peripecias de los participantes para encontrar alojamiento y, si cabe, comida gratis en los alrededores de San Petersburgo y Moscú han generado momentos inolvidables tan sólo en la primera entrega de Pekín Express.
Uno de ellos protagonizado por Carolina y María del Mar, dos amigas gogós de Málaga que se han convertido en mis favoritas para ganar el concurso junto a Javier y Martha, un joven de Valencia y su empleada del hogar y a los que la suerte ha acompañado en todo momento en esta primera entrega. Las dos amigas, decía, encontraron cobijo en una destartalada casa, como la mayoría de las que aparecieron en el programa, ocupada por un matrimonio y sus diez hijos. “Somos pobres. Tan sólo ganamos para vestir y para comer” les decía la mujer en un indescifrable ruso a las dos pechugonas. Sin embargo, y tal como apreciaron las huéspedes, parecían felices.
El otro momento, en este caso desternillante, del programa lo protagonizaron la peculiar pareja formada por Juan Andrés y Antonio, dos gays sevillanos que en su búsqueda de un techo para dormir se encontraron con dos señoras que al estar solas “y sin ningún hombre” no podían aceptar la llegada de los dos intrusos. Fue entonces, cuando simplemente a través de gestos llegaron a comprender que los dos chicos que tenían en frente en realidad eran “como un marido y una mujer” y el cachondeo posterior, con travestismo incluido, fue enorme.
Es evidente que todo ser humano actúa frente a una cámara y que jamás con un equipo de televisión detrás se logrará transmitir del todo la tan preciada realidad. Sin embargo, Pekín Express se acerca bastante. La tensión, el conflicto, la comunicación, la convivencia que transmite el programa presentado por Paula Vázquez lo convierten en el ‘reality’ más completo de la televisión. Únicamente me queda por comprender qué sentido tiene ese sobre final que decide, con un verde o con un rojo, si la pareja eliminada sigue o no en el concurso. No tiene sentido alguno. Por lo demás, sólo queda esperar a que el boca-oreja permita lograr mayores audiencias que las cosechadas en su primera emisión, que ha logrado un notable 11,2% de cuota de pantalla.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cazadora:
Bastante de acuerdo contigo, el momento de la pareja gay con las señoras rusas fui divertidisimo, y ya por la noche la juerga q se montaron mas.. pienso q deverian repetirlo los sabados a la tarde, como hicieron con el primero..

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