Quede por delante que cualquier parecido de Adiós pequeña adiós con el caso Madeleine es tan vago como la cobertura informativa que se le está dando a la desaparición de esta pobre niña. Solo una mente unineuronal sería capaz de retrasar el estreno en el Reino Unido del debut de Ben Affleck en la dirección por un supuesto parecido entre la pequeña que da nombre al título y la descendiente de los McCann. Es solo un ejemplo más de las temibles hazañas de ese monstruo llamado opinión pública.
Ajeno a todo el embrollo que paradójicamente tanto beneficiaría a su ópera prima, Ben Affleck decidió aparcar por un instante su discreta carrera como actor para probar suerte en lo que el ha llamado su “extensión lógica”. Tras firmar el guión de El indomable Will Hunting junto a su amigo Matt Damon, su única aportación como guionista, al actor californiano le pareció que la evolución más natural consistía en ejercer de director. Demasiado apresurado podría parecer. Sin embargo, viendo el resultado tanto de uno (ambos colegas se llevaron el Oscar al mejor guión en 1998) como de este otro pinito tras las cámaras, solo queda recomendarle a Ben Affleck que le ceda el testimonio como intérprete a su hermano Casey y se dedique a estos otros menesteres.
La atmósfera de la película recuerda en muchos momentos a Mystic River. No en vano, ambos filmes beben de Dennis Lehane, talentoso novelista que verá como otro de sus textos más logrados, Shutter Island, será llevado a la gran pantalla por Martin Scorsese. Sin superar la obra de Clint Eastwood, otro intérprete convertido a director, la cinta de Affleck consigue plasmar ese ambiente de sordidez que emana de las tramas de Lehane sin sobrepasar la frontera del morbo. Ambas películas tratan temas macabros, muy susceptibles de convertirse en tv movie de sobremesa, y en cambio logran erigirse en serias reflexiones sobre la justicia por la mano.
Si bien es cierto que Mystic River se sustenta sobre unos cimientos argumentales más sólidos, el hecho de que la resolución de Adiós pequeña adiós resulte más rocambolesca no le resta méritos a un filme tenso en el desarrollo y brillante en la ejecución. La película no parece, ni de lejos, obra de un novato. Determinadas escenas son de las que quedan impregnadas en la retina, como la que vive el protagonista en casa de una pareja de pederastas cocainómanos, rodada en forma de tensos flashes, o la que tiene lugar en un bar hacia el final del metraje cuando aparece en escena un supuesto atracador cubierto por una máscara.
Adiós pequeña adiós también guarda otras sorpresas, como un falso final en mitad de la cinta que nada tiene que ver con el auténtico desenlace. Los acontecimientos se van sucediendo en cadena hasta desembocar en un interesante dilema moral que sitúa al protagonista entre la espada y la pared. La narración está construida de tal forma que uno se olvida de la estupidez del planteamiento, de por qué determinados personajes actúan como actúan, desde los policías hasta la mujer que lo abandona tantas veces por razones tan ajenas a ella. Tiene mérito que el resultado final resulte de lo más satisfactorio cuando se sustenta sobre una trama que, explicada en frío, podría resultar ridícula.
Y buena parte de la culpa, del mérito, de que nos creamos el argumento sin rechistar la tienen unos actores que desprenden credibilidad sin apenas titubear. Que Morgan Freeman y Ed Harris resalten no es ninguna sorpresa, pero que un casi desconocido Casey Affleck lleve el peso de toda la película con una naturalidad pasmante lo convierten desde ahora y gracias también a El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford en carne de galardón. Lo dicho: que Ben le ceda el puesto de actor que tan inmerecidamente ha ocupado a su hermano y se concentre en buscar otra historia que contar, porque con esta no lo ha hecho nada mal.
Ajeno a todo el embrollo que paradójicamente tanto beneficiaría a su ópera prima, Ben Affleck decidió aparcar por un instante su discreta carrera como actor para probar suerte en lo que el ha llamado su “extensión lógica”. Tras firmar el guión de El indomable Will Hunting junto a su amigo Matt Damon, su única aportación como guionista, al actor californiano le pareció que la evolución más natural consistía en ejercer de director. Demasiado apresurado podría parecer. Sin embargo, viendo el resultado tanto de uno (ambos colegas se llevaron el Oscar al mejor guión en 1998) como de este otro pinito tras las cámaras, solo queda recomendarle a Ben Affleck que le ceda el testimonio como intérprete a su hermano Casey y se dedique a estos otros menesteres.
La atmósfera de la película recuerda en muchos momentos a Mystic River. No en vano, ambos filmes beben de Dennis Lehane, talentoso novelista que verá como otro de sus textos más logrados, Shutter Island, será llevado a la gran pantalla por Martin Scorsese. Sin superar la obra de Clint Eastwood, otro intérprete convertido a director, la cinta de Affleck consigue plasmar ese ambiente de sordidez que emana de las tramas de Lehane sin sobrepasar la frontera del morbo. Ambas películas tratan temas macabros, muy susceptibles de convertirse en tv movie de sobremesa, y en cambio logran erigirse en serias reflexiones sobre la justicia por la mano.
Si bien es cierto que Mystic River se sustenta sobre unos cimientos argumentales más sólidos, el hecho de que la resolución de Adiós pequeña adiós resulte más rocambolesca no le resta méritos a un filme tenso en el desarrollo y brillante en la ejecución. La película no parece, ni de lejos, obra de un novato. Determinadas escenas son de las que quedan impregnadas en la retina, como la que vive el protagonista en casa de una pareja de pederastas cocainómanos, rodada en forma de tensos flashes, o la que tiene lugar en un bar hacia el final del metraje cuando aparece en escena un supuesto atracador cubierto por una máscara.
Adiós pequeña adiós también guarda otras sorpresas, como un falso final en mitad de la cinta que nada tiene que ver con el auténtico desenlace. Los acontecimientos se van sucediendo en cadena hasta desembocar en un interesante dilema moral que sitúa al protagonista entre la espada y la pared. La narración está construida de tal forma que uno se olvida de la estupidez del planteamiento, de por qué determinados personajes actúan como actúan, desde los policías hasta la mujer que lo abandona tantas veces por razones tan ajenas a ella. Tiene mérito que el resultado final resulte de lo más satisfactorio cuando se sustenta sobre una trama que, explicada en frío, podría resultar ridícula.
Y buena parte de la culpa, del mérito, de que nos creamos el argumento sin rechistar la tienen unos actores que desprenden credibilidad sin apenas titubear. Que Morgan Freeman y Ed Harris resalten no es ninguna sorpresa, pero que un casi desconocido Casey Affleck lleve el peso de toda la película con una naturalidad pasmante lo convierten desde ahora y gracias también a El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford en carne de galardón. Lo dicho: que Ben le ceda el puesto de actor que tan inmerecidamente ha ocupado a su hermano y se concentre en buscar otra historia que contar, porque con esta no lo ha hecho nada mal.
Comentarios