Si uno observa con detenimiento la carrera de Sofia Coppola, descubrirá una filmografía de lo más extraña, con un repunte de lucidez llamado Lost in translation pero rodeada de propuestas en busca de una irreverencia frustrada. En el momento en que la hija de Francis ha querido ponerse seria es cuando ha recuperado el crédito de crítica y público. La seducción es probablemente su cinta más correcta, la menos polémica, pero también la más intrascendente de su alocada oferta. Una vez terminada la proyección, es probable que la película no permanezca en el recuerdo. Ni para bien ni para mal.
Es lo peor que le puede ocurrir a un expediente en busca de autoría. Que la corrección se adueñe de un perfil hasta ahora mucho más osado. Y es que Coppola ha decidido sentar cabeza y evitar más experimentos. El tiempo le ha demostrado que generan más palos que alabanzas. Pero a cambio ha generado un producto sin alma, descompensado, con un gran esfuerzo estilístico, una belleza rotunda e irreprochable, pero que conmueve lo mismo que un atardecer filtrado.
El juego de seducción que invade una escuela de señoritas cuando de repente acogen a un soldado herido durante la guerra de secesión estadounidense es el aliciente con el que Coppola ha querido reivindicar esta visión femenina de El seductor. Una rivalidad contenida, una escalada de hormonas en lucha por conquistar la tentación masculina, la novedad que altera el orden establecido. Ese combate silencioso de miradas, esa lucha interna e intergeneracional por arañar a las rivales un minuto más de la atención del maromo se ve interrumpida de golpe por otro tipo de tensiones más cercanas al thriller. Y La seducción pasa en un suspiro de un ritmo intimista y pausado a una trama angustiosa y trepidante, aunque la directora no consiga rematar ninguna de ambas partes.
Más allá de la elegancia formal de la propuesta, de los estilizados movimientos de cámara, de los juegos de luces, sombras y niebla, La seducción debe su mérito a la impecable labor de casting. De un trío de ases como Nicole Kidman, Kirsten Dunst y Elle Faning podíamos esperarlo. Todas ellas interpretan sus roles de poder, inocencia y juventud con maestría. Pero es que el elenco más joven, el de unas niñas desbordadas por la situación, mantiene el tipo sin pestañear, capitaneadas por una Oona Laurence que en ningún momento queda eclipsada por sus compañeras de renombre.
Un esfuerzo actoral que, en todo caso, termina mermado por una historia sin nervio, sin apenas chispa, que se contenta con el academicismo y renuncia a la sorpresa o ingenio. Para un director en búsqueda de nombre podría ser más que suficiente pero para un nombre como Sofia Coppola La seducción es cuanto menos una anécdota en su carrera.
Es lo peor que le puede ocurrir a un expediente en busca de autoría. Que la corrección se adueñe de un perfil hasta ahora mucho más osado. Y es que Coppola ha decidido sentar cabeza y evitar más experimentos. El tiempo le ha demostrado que generan más palos que alabanzas. Pero a cambio ha generado un producto sin alma, descompensado, con un gran esfuerzo estilístico, una belleza rotunda e irreprochable, pero que conmueve lo mismo que un atardecer filtrado.
El juego de seducción que invade una escuela de señoritas cuando de repente acogen a un soldado herido durante la guerra de secesión estadounidense es el aliciente con el que Coppola ha querido reivindicar esta visión femenina de El seductor. Una rivalidad contenida, una escalada de hormonas en lucha por conquistar la tentación masculina, la novedad que altera el orden establecido. Ese combate silencioso de miradas, esa lucha interna e intergeneracional por arañar a las rivales un minuto más de la atención del maromo se ve interrumpida de golpe por otro tipo de tensiones más cercanas al thriller. Y La seducción pasa en un suspiro de un ritmo intimista y pausado a una trama angustiosa y trepidante, aunque la directora no consiga rematar ninguna de ambas partes.
Más allá de la elegancia formal de la propuesta, de los estilizados movimientos de cámara, de los juegos de luces, sombras y niebla, La seducción debe su mérito a la impecable labor de casting. De un trío de ases como Nicole Kidman, Kirsten Dunst y Elle Faning podíamos esperarlo. Todas ellas interpretan sus roles de poder, inocencia y juventud con maestría. Pero es que el elenco más joven, el de unas niñas desbordadas por la situación, mantiene el tipo sin pestañear, capitaneadas por una Oona Laurence que en ningún momento queda eclipsada por sus compañeras de renombre.
Un esfuerzo actoral que, en todo caso, termina mermado por una historia sin nervio, sin apenas chispa, que se contenta con el academicismo y renuncia a la sorpresa o ingenio. Para un director en búsqueda de nombre podría ser más que suficiente pero para un nombre como Sofia Coppola La seducción es cuanto menos una anécdota en su carrera.
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