Él es consciente de su físico, de que a punto de cumplir los 50 una simple caída de sus ojos las vuelve locas. De que su sonrisa de niño travieso despierta los más bajos instintos. No le hace falta nada más. De la misma forma que nos muestra orgulloso sus abdominales, la última cinta que produce y protagoniza George Clooney se regodea en la estética, en regalar los ojos del espectador. Pero ambos se olvidan que a veces falta algo más que meros estímulos visuales para proporcionar un placer duradero.
No pedíamos a Clooney que se pusiera en la piel de otro Jason Bourne o del mismísimo James Bond, aunque el cartel de la película así lo insinuara, pero desde luego tampoco esperábamos encontrar un thriller, y perdonen la simpleza del guiño, tan descafeinado. Desde el momento en que el asesino a sueldo Jack abandona Suecia y atraviesa un túnel romano en forma de ingeniosos títulos de crédito, The american se adentra en una atmósfera de tranquilidad, de amodorramiento, que echa por tierra el prometedor arranque de la película.
Los planos rebuscados, esos que seducen y conquistan al público más intelectual, eclipsan por completo cualquier atisbo de acción. La cinta parece ser consciente de que en la sobriedad se encuentra la belleza, o al menos el tipo de belleza que se gana el favor de cierta crítica. Por ese motivo, encadena los silencios y redunda en los detalles, con ese ritmo que aletarga a las plateas para regocijo de unos pocos. Mientras el director alardea de su ingenio creativo, los pocos mortales que logran mantener los ojos abiertos intentan interpretar una trama que, de tan sencilla, confunde.
Así, se suceden los minutos a la velocidad de horas observando a Clooney deambular de noche por un pequeño pueblo italiano. O construyendo meticulosamente un arma de precisión. O conversando con el cura del pueblo, que enseguida sospecha de su tapadera. O enamorándose de una prostituta (la bellísima Violante Placido) y saltándose, por tanto, las reglas del juego de todo sicario, que prohíben cualquier relación personal. El director Anton Corbijn parece haber asimilado también esas normas y nos aleja en todo momento de cualquier vínculo emocional, adoptando una actitud tan fría y distante como la del personaje de Clooney.
En su búsqueda de la admiración de los más exigentes, la película termina echando mano de algún recurso demasiado forzado. Una referencia a lo americano en el filme, por ejemplo a la hora de pedir un café, puede despertar una sonrisa. Dos, mantiene el ingenio. Pero cuando hasta termina sonando el mismísimo Tu vuo’ fa’ l’americano en la radio de un bar, las continuas referencias se acercan peligrosamente al ridículo.
Dónde sí alcanza el mérito la cinta, desgraciadamente, es en el final. Es cuando las imágenes bellas vienen acompañadas de dos elementos hasta el momento ausentes: la acción y el sentimiento. Por fin El americano se erige en thriller y por fin el protagonista nos deja ver sus inquietudes. Tanto él como la propia cinta descubren su alma en el tramo final. Demasiado tarde para convertir la pesadilla en un dulce sueño.
No pedíamos a Clooney que se pusiera en la piel de otro Jason Bourne o del mismísimo James Bond, aunque el cartel de la película así lo insinuara, pero desde luego tampoco esperábamos encontrar un thriller, y perdonen la simpleza del guiño, tan descafeinado. Desde el momento en que el asesino a sueldo Jack abandona Suecia y atraviesa un túnel romano en forma de ingeniosos títulos de crédito, The american se adentra en una atmósfera de tranquilidad, de amodorramiento, que echa por tierra el prometedor arranque de la película.
Los planos rebuscados, esos que seducen y conquistan al público más intelectual, eclipsan por completo cualquier atisbo de acción. La cinta parece ser consciente de que en la sobriedad se encuentra la belleza, o al menos el tipo de belleza que se gana el favor de cierta crítica. Por ese motivo, encadena los silencios y redunda en los detalles, con ese ritmo que aletarga a las plateas para regocijo de unos pocos. Mientras el director alardea de su ingenio creativo, los pocos mortales que logran mantener los ojos abiertos intentan interpretar una trama que, de tan sencilla, confunde.
Así, se suceden los minutos a la velocidad de horas observando a Clooney deambular de noche por un pequeño pueblo italiano. O construyendo meticulosamente un arma de precisión. O conversando con el cura del pueblo, que enseguida sospecha de su tapadera. O enamorándose de una prostituta (la bellísima Violante Placido) y saltándose, por tanto, las reglas del juego de todo sicario, que prohíben cualquier relación personal. El director Anton Corbijn parece haber asimilado también esas normas y nos aleja en todo momento de cualquier vínculo emocional, adoptando una actitud tan fría y distante como la del personaje de Clooney.
En su búsqueda de la admiración de los más exigentes, la película termina echando mano de algún recurso demasiado forzado. Una referencia a lo americano en el filme, por ejemplo a la hora de pedir un café, puede despertar una sonrisa. Dos, mantiene el ingenio. Pero cuando hasta termina sonando el mismísimo Tu vuo’ fa’ l’americano en la radio de un bar, las continuas referencias se acercan peligrosamente al ridículo.
Dónde sí alcanza el mérito la cinta, desgraciadamente, es en el final. Es cuando las imágenes bellas vienen acompañadas de dos elementos hasta el momento ausentes: la acción y el sentimiento. Por fin El americano se erige en thriller y por fin el protagonista nos deja ver sus inquietudes. Tanto él como la propia cinta descubren su alma en el tramo final. Demasiado tarde para convertir la pesadilla en un dulce sueño.
Comentarios
Yo vi Up in the air y me propuse no darle más oportunidades a este tipo. Todo el momento está en pose "¿a que estoy bueno?" "te pongo, eh?". No tiene registros...
Esta semana Pekín Express!!!! Sólo entré para asegurarme de que la portada de lapantalla lo tenía en cuenta... ¡y así es! ¡Viva!
Al menos en Up in the air, la película salvaba el egocentrismo de Clooney, pero es que en esta todavía lo ensalza más! (producida por él, qué teníamos que esperar...).
Y el domingo Pekin express, por supuesto!! Iba a poner a Julia Roberts y Bardem, pero me da que la peli es un tostón... Donde esté sosa-silva que se quite la Roberts!!
A ver si no desparecemos más, eh?
Sí, Up in the air fue pasable, pero él y su pose de calienta maduritas me abuuuurre.
¿No parece que haya grandes novedades en el casting de Pekín, no¿? Los rurales, los viejos, las niñas guapas... y dos hermanas que parecen un clon de las vascas del la primera edición.
Ya tengo piso nuevo!! Ayer me dieron las llaves y hoy comienza la mudanza... esto va a ser muy duro.
Pekin han decidido no arriesgar nada, por lo que dices. Una pena, porque alguna pareja estrafalaria podría dar más juego. Este año, por eso, parece que han sabido promocionarlo mejor, no? TEndrá más audiencia?? Espero que sí!!!
Algunas desapariciones son obligadas (trabajo, trabajo, trabajo). Otras son voluntarias (retiro espiritual, jejejeje).
La mudanza sólo es por comodidad, la nueva ubicación me hace ahorrar casi 2 horas diarias de mi tiempo.