
Calificada de ‘imprescindible’, ‘brillante’ y ‘memorable’, Promesas del Este es de aquellas grandes películas encumbradas a obra maestra por obra y gracia del efecto mariposa de los críticos. Después de lograr el galardón del público en el Festival de Toronto, al último filme de David Cronenberg no le han dejado de llover piropos. Un efecto mimético que culmina en un espectador aturdido al que no le queda más remedio que acudir al cine con una enorme expectación.

Las críticas, por tanto, juegan en contra del espectador que decide ojearlas antes de ver la película. Promesas del Este seguro que resulta mucho más gratificante de ver sin ningún tipo de influencia previa. La historia, narrada a través del diario de una joven inmigrante del este que muere dejando tras de sí una recién nacida, introduce a una inocente comadrona protagonizada por Naomi Watts en una oscura familia criminal rusa. Salvo alguna sorpresa, más o menos predecible, el argumento no depara ningún golpe de efecto que consiga atrapar al espectador de la manera que lo hace un filme de características argumentales similares como Infiltrados. Ni tan siquiera el desenlace se salva de la previsibilidad.

Promesas del Este, por último, no es mejor que Una historia de violencia, otra de las afirmaciones vertidas por algunos críticos. Ni resulta tan intensa, ni tan sugerente como la historia de un personaje anónimo convertido de la noche a la mañana en héroe y villano. En aquella ocasión, mereció la pena ser del tipo de personas que se leen las críticas antes de ver la película, pues las expectativas se vieron cumplidas. Con este comentario, menos efusivo, me queda el consuelo de que alguien, virgen de exageradas promesas, quede plenamente satisfecho tras ver la película y la considere mucho más buena de lo que comento.
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