Anthony Minghella está perdiendo el norte, o al menos, para no parecer excesivamente radical, la orientación. En vista de sus dos últimos proyectos uno llega a la conclusión de que el director de películas tan personales y sugerentes como El paciente inglés o El talento de Mr. Ripley está olvidando precisamente eso, su personalidad. Buena parte de su talento se basaba en dotar a sus obras de un ritmo suave, de tempo pausado pero firme, en las que el espectador entraba de lleno, debido en buena parte a la solvencia de unos argumentos lo suficientemente cautivadores.
De 2003 a esta parte, con Cold Mountain y esta última Breaking & Entering, lo que antes suponía en Minghella un tempo suave y pausado hoy resulta un tedio insufrible. Y el motivo no es otro que el argumento. Por un lado, en la primera, la inverosímil historia de amor en tiempos de guerra entre una pareja ya de por sí inverosímil como Jude Law y Nicole Kidman. Por el otro, en la recién estrenada, un conjunto de ideas dispersas sin el mínimo interés y que no debieron pasar de la simple anécdota.
Complicado lo han tenido este mes las revistas para definir la película. Unas la calificaban de thriller, y todo porque el protagonista, de nuevo Jude Law, sufre una serie de robos en su oficina, situada en un barrio marginal de Londres. Suspense y emoción, ya digo, cero. Otras la han etiquetado como drama. Y todo porque el personaje en cuestión se enamora de una mujer bosnia (Juliette Binoche) que resulta ser la madre del ladronzuelo que le trae de cabeza, mientras su matrimonio atraviesa por una serie de fricciones por culpa de la hija hiperactiva de su mujer (Robin Wright Penn). Historia de amor metida en calzador, de nuevo inverosímil, y situaciones dramáticas mal contextualizadas. Vulgarmente yo la definiría como una película ‘ni chicha ni limoná’.
La historia resulta tan poco atractiva que termina por contaminarlo todo, incluso las interpretaciones de su valioso plantel de actores. De la Hana de El paciente inglés a la Amira de Breaking & Entering, Juliette Binoche sufre un retroceso preocupante en su carrera, no porque sus anteriores trabajos fueran de nota, sino porque su papel de sufrida madre inmigrante roza el ridículo. Robin Wright Penn llena mucho más en sus diez minutos de aparición en Nueve vidas que durante todo el metraje de esta película, con una interpretación bastante comedida, que es la única que de hecho puede proporcionarse a un personaje plano y mal definido. Lo mismo le ocurre a Jude Law. El momento de gloria, en cambio, se lo lleva un personaje secundario, el de una descarada prostituta, que es el único que consigue captar una mínima atención e incluso alguna que otra sonrisa.
Por lo demás, Breaking & Entering deambula sin ton ni son hacia un final tan previsible como deseado. Y es que pocas veces se desea con semejante ansiedad el desenlace de una cinta. Teniendo en cuenta que Minghella invierte una media de tres años de su vida en estrenar una nueva película, uno se pregunta a qué dedica este hombre el tiempo libre. Desde luego no a buscar algo que contar.
De 2003 a esta parte, con Cold Mountain y esta última Breaking & Entering, lo que antes suponía en Minghella un tempo suave y pausado hoy resulta un tedio insufrible. Y el motivo no es otro que el argumento. Por un lado, en la primera, la inverosímil historia de amor en tiempos de guerra entre una pareja ya de por sí inverosímil como Jude Law y Nicole Kidman. Por el otro, en la recién estrenada, un conjunto de ideas dispersas sin el mínimo interés y que no debieron pasar de la simple anécdota.
Complicado lo han tenido este mes las revistas para definir la película. Unas la calificaban de thriller, y todo porque el protagonista, de nuevo Jude Law, sufre una serie de robos en su oficina, situada en un barrio marginal de Londres. Suspense y emoción, ya digo, cero. Otras la han etiquetado como drama. Y todo porque el personaje en cuestión se enamora de una mujer bosnia (Juliette Binoche) que resulta ser la madre del ladronzuelo que le trae de cabeza, mientras su matrimonio atraviesa por una serie de fricciones por culpa de la hija hiperactiva de su mujer (Robin Wright Penn). Historia de amor metida en calzador, de nuevo inverosímil, y situaciones dramáticas mal contextualizadas. Vulgarmente yo la definiría como una película ‘ni chicha ni limoná’.
La historia resulta tan poco atractiva que termina por contaminarlo todo, incluso las interpretaciones de su valioso plantel de actores. De la Hana de El paciente inglés a la Amira de Breaking & Entering, Juliette Binoche sufre un retroceso preocupante en su carrera, no porque sus anteriores trabajos fueran de nota, sino porque su papel de sufrida madre inmigrante roza el ridículo. Robin Wright Penn llena mucho más en sus diez minutos de aparición en Nueve vidas que durante todo el metraje de esta película, con una interpretación bastante comedida, que es la única que de hecho puede proporcionarse a un personaje plano y mal definido. Lo mismo le ocurre a Jude Law. El momento de gloria, en cambio, se lo lleva un personaje secundario, el de una descarada prostituta, que es el único que consigue captar una mínima atención e incluso alguna que otra sonrisa.
Por lo demás, Breaking & Entering deambula sin ton ni son hacia un final tan previsible como deseado. Y es que pocas veces se desea con semejante ansiedad el desenlace de una cinta. Teniendo en cuenta que Minghella invierte una media de tres años de su vida en estrenar una nueva película, uno se pregunta a qué dedica este hombre el tiempo libre. Desde luego no a buscar algo que contar.
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