¿Es tan difícil condensar en pocos minutos una historia que llegue al espectador sin que termine pareciendo un anuncio publicitario? Y lo dice alguien que suele enrollarse como una persiana cuando en realidad lo que cuenta no debería extenderse más allá de dos parágrafos… Autocríticas aparte que no vienen al caso, conviene preguntarse por qué los cortos acostumbran a tener ese aire medio filosófico medio trascendental que acaban por mermar la claridad del mensaje. Porque es una lástima que una propuesta tan interesante como la que plantea New York, I love you o su predecesora parisina se conviertan al final en un cúmulo de altibajos con regusto a surrealismo barato.
Sorprendente que una de las historias más coherentes de la película corra a cargo de Brett Ratner, conocido por destrozar terceras partes de sagas tan importantes como las de Hannibal Lecter o los X-Men y por alargar hasta la degradación la serie Prison Break. La experiencia de un chico en su baile de graduación con la hija minusválida de su farmacéutico es de las más satisfactorias del filme, no por su temática o su belleza, ni siquiera porque sea buena, sino simplemente porque es de las pocas que no engañan al espectador con ínfulas vacías.
Suerte tiene este invento de recaer en ciudades como París o Nueva York, los auténticos reclamos de estos filmes junto a un elenco de actores impresionante. Son las caras conocidas y su envoltorio en forma de urbe global los que salvan a este conjunto de cortometrajes que de cualquier otra forma pasarían del todo inadvertidos por el gran público. De nada serviría la preciosa fotografía y la inteligencia de algunos guiones si detrás no estuviera la gran manzana y delante un rostro como los de Orlando Bloom, Natalie Portman o Robin Wright Penn.
Precisamente en el corto protagonizado por esta última nos encontramos otra muestra de condensación bien invertida. Su conversación con un desconocido mientras se fuman un cigarrillo en las puertas del restaurante es de lo más sugerente, y además culmina en una reflexión sobre el matrimonio que para sí quisieran tantos largometrajes que han disertado sobre el tema. Caso contrario de lo que le ocurre a la historia que aporta el director indio Shekhar Kapur (Elizabeth y su secuela). Con un inicio prometedor, gracias a una atmósfera atrayente y a la primera interpretación que hace de Shia LaBeouf un actor, el argumento deriva hacia un final incomprensible, al menos para los que presumimos de una inteligencia media tirando a baja.
En todo caso, New York, I love you está plagada de retazos que van compensando el excesivo egocentrismo de algunos otros fragmentos. Mientras Natalie Portman demuestra saber defenderse tras las cámaras, en el corto que protagoniza a las órdenes de Mira Nair nos encontramos de nuevo con una idea que no sabemos muy bien lo que busca expresar. Y mientras el corto interpretado por Ethan Hawke no deja de ser un mero gag, el que concluye esta variopinta cinta se convierte en un ejercicio enternecedor sobre la vejez y el amor.
Lo que es imperdonable es que este capricho del productor Emmanuel Benbihy, que ya amenaza con un tercer asalto en Shanghai, no haya contado con al menos dos de las figuras que han hecho de Nueva York su particular musa: Woody Allen y Martin Scorsese. Sin desmerecer la contribución del particular plantel de New York, I love you, dominado por realizadores de origen asiático, puede que los dos neoyorquinos cinematográficos por antonomasia hubiesen aportado un toque menos místico al asunto y, ya de paso, hubieran sumado a la película un tercer e imbatible reclamo.
Sorprendente que una de las historias más coherentes de la película corra a cargo de Brett Ratner, conocido por destrozar terceras partes de sagas tan importantes como las de Hannibal Lecter o los X-Men y por alargar hasta la degradación la serie Prison Break. La experiencia de un chico en su baile de graduación con la hija minusválida de su farmacéutico es de las más satisfactorias del filme, no por su temática o su belleza, ni siquiera porque sea buena, sino simplemente porque es de las pocas que no engañan al espectador con ínfulas vacías.
Suerte tiene este invento de recaer en ciudades como París o Nueva York, los auténticos reclamos de estos filmes junto a un elenco de actores impresionante. Son las caras conocidas y su envoltorio en forma de urbe global los que salvan a este conjunto de cortometrajes que de cualquier otra forma pasarían del todo inadvertidos por el gran público. De nada serviría la preciosa fotografía y la inteligencia de algunos guiones si detrás no estuviera la gran manzana y delante un rostro como los de Orlando Bloom, Natalie Portman o Robin Wright Penn.
Precisamente en el corto protagonizado por esta última nos encontramos otra muestra de condensación bien invertida. Su conversación con un desconocido mientras se fuman un cigarrillo en las puertas del restaurante es de lo más sugerente, y además culmina en una reflexión sobre el matrimonio que para sí quisieran tantos largometrajes que han disertado sobre el tema. Caso contrario de lo que le ocurre a la historia que aporta el director indio Shekhar Kapur (Elizabeth y su secuela). Con un inicio prometedor, gracias a una atmósfera atrayente y a la primera interpretación que hace de Shia LaBeouf un actor, el argumento deriva hacia un final incomprensible, al menos para los que presumimos de una inteligencia media tirando a baja.
En todo caso, New York, I love you está plagada de retazos que van compensando el excesivo egocentrismo de algunos otros fragmentos. Mientras Natalie Portman demuestra saber defenderse tras las cámaras, en el corto que protagoniza a las órdenes de Mira Nair nos encontramos de nuevo con una idea que no sabemos muy bien lo que busca expresar. Y mientras el corto interpretado por Ethan Hawke no deja de ser un mero gag, el que concluye esta variopinta cinta se convierte en un ejercicio enternecedor sobre la vejez y el amor.
Lo que es imperdonable es que este capricho del productor Emmanuel Benbihy, que ya amenaza con un tercer asalto en Shanghai, no haya contado con al menos dos de las figuras que han hecho de Nueva York su particular musa: Woody Allen y Martin Scorsese. Sin desmerecer la contribución del particular plantel de New York, I love you, dominado por realizadores de origen asiático, puede que los dos neoyorquinos cinematográficos por antonomasia hubiesen aportado un toque menos místico al asunto y, ya de paso, hubieran sumado a la película un tercer e imbatible reclamo.
Comentarios