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SAUVAGE | Deseando amar

¿Puede haber lugar para la ternura en un entorno tan descorazonador como el de la prostitución callejera? Sauvage no escatima esfuerzos en reflejar la crudeza de un ambiente sumamente hostil, desprovisto de toda belleza, con una sucesión de escenas terroríficas que avasallan el deseo y el placer y lo convierten en lo más cercano a la tortura. Pero a su vez, el debutante Camille Vidal-Naquet nos reserva un par o tres de momentos absolutamente hermosos, los que muestran la desesperación de un joven chapero por encontrar lo más cercano al amor.

Léo besa a sus clientes, desde jóvenes repugnantes a señores mayores en busca de compañía. No disfruta de su trabajo pero tampoco lo cosifica. Hurga entre la miseria tratando de hallar algún gesto de cariño que lo reconcilie con la humanidad. Mientras, bebe los vientos por un personaje tóxico, un compañero de fatigas que lo degrada a niveles mucho más bajos que los de su clientela. La humillación que se autoinflige resulta mucho más dolorosa que las prácticas que le imponen algunas mentes perversas. Y, sin embargo, uno no puede evitar sentirse identificado con esa angustia interior, con esa búsqueda prácticamente suicida del amor.

De ahí que una escena en concreto, la que tiene lugar en la consulta de una médico, despierte la más gélida de las sensibilidades. Es la muestra de hasta qué punto un desconocido puede convertirse en toda una válvula de escape. Sauvage también muestra la otra cara, la de aquellos que nos prestan una mano, sin concesiones, y que decidimos despreciar sin miramientos, movidos por nuestra ceguera hacia la autodestrucción.

Se trata, por tanto, de una película honesta, que no se anda con sutilezas ni remilgos, que muestra sin tapujos una realidad incómoda, no apta para mentes puritanas y homófobas. No busca tanto reivindicar los derechos de la comunidad LGTBI sino implorar el derecho de toda persona, putos incluidos, a ser amada. Dura, cruel, directa, demoledora pero sensible. Tremendamente necesaria.

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