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ESPECIAL ZINEMALDIA 2016 - Arrival

Pocas experiencias hay en el cine más gratificantes que acudir a la sala con una idea predeterminada de lo que nos espera en su interior y salir descolocados, traspuestos, por la imprevisibilidad de la propuesta. Porque si uno espera con Arrival una buena historia de ciencia ficción, con la garantía de un director infalible como Denis Villeneuve y estimulado por un tráiler que lleva a engaño, terminará embaucado por un relato mucho más rico en matices que una mera invasión alienígena, por un alud de planteamientos vitales, plenamente filosóficos, desde una perspectiva innovadora e intimista, sin alardes de inteligencia no alcanzable para todos los públicos. Una experiencia mucho más placentera que la que nos hayan podido proporcionar otros grandes exponentes del género.

Villeneuve demuestra que no hay reto que se le resista. Porque sin alterar las reglas de la ciencia ficción, demostrando un sumo respeto por el método científico, consigue perfeccionarla con una gran dosis de sensibilidad. El arranque de la película, en el que parece que la trama personal de la protagonista se cruzará de forma chapucera con la extraterrestre, ya advierte que el principio y el final de las historias nunca son claros. Lo que sí es evidente es que un planteamiento sugerente, la llegada de doce naves alienígenas al planeta Tierra, se desarrolla con sumo tacto, sin pasos en falso, con un control absoluto del ritmo y del objetivo que se quiere alcanzar, uno de los climax finales más poderosos de la historia del cine.
 
Esta vez el punto de vista no corresponde ni a un militar ni a un policía ni a un agente de la CIA. Esta vez es una experta lingüista la que se enfrenta a un reto global, demostrando que resulta más fácil la comunicación con seres extraterrestres que entre seres humanos. Amy Adams representa a la perfección a una protagonista que, en esta ocasión, no es heroína. Es tan sólo una científica, amante de su trabajo y ambiciosa en su carrera, que acepta el reto de intentar mediar entre la clase militar y los recién llegados. Su espíritu curioso, la prudencia con la que sólo una investigadora podría trabajar, se transmite durante buena parte de un metraje que busca crear atmósfera, que sumerge al espectador en un clima de incertidumbre y misterio absolutamente hipnóticos.

Sin recurrir a giros imposibles, a resoluciones aceleradas, Arrival basa su solidez en la fuerza de los sentidos, el de imágenes poderosas, que perdurarán durante largo tiempo, sonidos envolventes, revestidos con una banda sonora impecable, a cargo de Jóhann Jóhannsson y con la delicada aportación de Max Richter, incluso a lo más parecido al tacto que una película en dos dimensiones nos haya podido emular. Un planteamiento cautivador que no sólo emociona y conmueve, también sitúa al espectador en una disyuntiva moral de lo más interesante. Posiblemente, con permiso de Kubrick, la obra de ciencia ficción más redonda y completa.

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